La Warner ha echado cuentas y ha celebrado que Barbie es la película más taquillera en la historia de la productora. En pocos meses, la muñeca se ha empoderado y ha superado en recaudación al mago imberbe de Rowling y a los medianos antropomorfos de Tolkien. Pero la muñequita no viene sola porque, como cualquier niña bien, debe tener un novio pijo, de esos que, como oí una vez a una madre, está para robarlo y regalárselo a la hija. No hay Julieta sin Romeo ni Melibea sin Calisto, y Ken es el compañero mono de la rubia mona, el novio manejable y con pelas que desea cualquier chica que sueña con ser princesa y mear mirinda de limón. Ken y Barbie no envejecen a pesar de sus 60 años, a diferencia de las otras dos parejas que acabo de mencionar, que murieron jóvenes pero bellos al más puro estilo romántico. Aseguran los envidiosos que el tórax de Ken es un 28% mayor de lo normal y que la malformación de Barbie afecta a sus neuronas grises, que son rosas y huelen a colonia, pero estas nimiedades no impidieron que el flechazo entre los muñecos fuera instantáneo y que ella cayera entre sus brazos.
Debe de andar fino el extremismo feminista con esto de que tantas niñas y preadolescentes vayan a ver y a imitar a una chica superficial vestida de rosa y cuyo único sentido vital es ir arregladita y gustar a los nenes. Quién sabe si por el disgusto se montó Yolanda Díaz en un avión y se fue un par de días a Bruselas para hablar con el maligno y curar su dolor con el lenitivo nacionalista. Desde el momento en que se vieron hubo filin: ella, tan elegante, su voz de cuentacuentos para niños y sonrisa de bizcochito que le cuca los ojos; y él, menos agraciado, con su penacho de peluca de mocho, rictus guasón y mirada entre tuerta y torva. La machófoba le propuso relaciones y el hispanófobo aceptó siempre que ella consintiera su independencia e hiciera un ejercicio de amnesia, independencia que es distanciamiento sin cortar el compromiso y amnesia que es olvido o amnistía de los errores cometidos. Analistas expertos en estos campos aseguran que este concordato va para largo, que, como muñecos fabricados en serie, aún tendrá luengo parto de varones, y que se teme un mañana estomagante escrito ya en la tarde pragmática y dulzona, de tono rosáceo.