Venganza o justicia

José Francisco Roldán
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«El ciudadano, que padece los embates de la delincuencia social no encuentra recursos eficaces para proteger sus derechos»

Imagen de varios de los afectados por el conflicto entre Israel y Hamas. - Foto: Efe

Nuestro mundo sufre tiempos críticos, convulsos y desquiciados por el insano interés de quienes siguen dominando la escena internacional sacando provecho. Los dueños del Planeta, que no parecen ser los mandatarios políticos, están sacudiendo la criba para despojar de residuos incómodos determinados espacios sociales. En esa traqueteante vorágine caen van cayendo toda una serie de valores y construcciones éticas, que considerábamos ancladas desde siempre. Nos están avasallando sin compasión manipulando muñecos de guiñol capaces de componer un desastre tras otro. 

El rebrote sangriento de estos últimos días, donde se pone a Dios como coartada para derramar sangre en un territorio elegido por la tragedia, la bestialidad injustificable nos está mostrando todo un rosario de composturas absolutamente despreciables posicionándose de tal modo, que la degeneración se ha enseñoreado de una sociedad como la nuestra, ejemplo de tantas cosas, incluso de la aberración moral más asquerosa. Alguna varita discreta ha decidido, porque somos torpes en grado sumo, que tomemos partido sin remilgos. Los descerebrados de turno, que no suelen pasar por el descontaminador de prejuicios, abraza una bandera y su causa para ponerse delante de la ignominia blandiendo argumentos insostenibles y escamoteando lo evidente para defender lo indefendible solapando lo más despiadado, mientras coloca en el escaparate de lo infecto determinados mantras tradicionales. Sin ruborizarse, deciden qué asesinos son los buenos o malos, como qué muertos son nuestros o de ellos.

La propaganda infecciosa tradicional se pone en marcha para derramarse entre intransigentes seleccionando qué crímenes se consideran correctos y qué masacres no merecen su consideración. La ebullición de conciencias saca a relucir rencillas ancestrales determinando que es justo, proporcionado, humanitario, legal o genocida. El ojo por ojo toma el protagonismo para responder a una agresión criminal mediante lo que algunos consideran justicia o venganza. No falta quien se empeña en resaltar elementos para tomar una posición equidistante, recurso de los indolentes, que tanto abunda en nuestra tierra hispana, escurriéndose por las cloacas de la miseria humana.

Pero no es preciso detenerse en la aparente lejanía que nos señala el otro lado del Mediterráneo, porque hay suficientes razones para fijarnos en lo que vivimos cada día en nuestra patria. Escuchamos las monsergas de perversos sociales, enaltecidos por la matemática parlamentaria, regalándonos lecciones de moralidad, disfrazándose de referentes sociales. Son paladines de la traición y la venganza más despiadada diciendo todo lo contrario de lo que ha sido su manual práctico del terror. Los mentirosos retuercen la realidad más evidente para modelar sus intenciones con la masa fétida de la manipulación. Contra los hechos injustos, al menos en estos últimos años, hay pocas armas legales con las que defenderse.  El ciudadano, que padece los embates de la delincuencia social, no encuentra recursos eficaces para proteger sus derechos. Observa con desesperación cómo quienes deberían centrar sus objetivos en el bien común, desvían sus intereses bastardos para almacenar prebendas y privilegios. No son pocos los que echan de menos a Superman o Batman para interceder y recuperar lo que consideran justo. No hace falta insistir sobre la necesidad de paladines del honor oponiéndose a los abusos del poder, como El Zorro o tantos otros héroes defendiendo al oprimido. Y en esa frontera difusa entre justicia y venganza se deslizan numerosos referentes literarios, muchos trasladados al cine, que son elegidos para la gloria de la ficción, porque no aparecen en situaciones reales. 

La venganza es la cara más injusta de lo que debería ser una retribución legal contra el delito. El paradigma de lo malo, como el símbolo enaltecedor del superhéroe, está definido en el acervo social. Cuando el Estado no cumple su misión sagrada, hay quien echa de menos al justiciero, por eso los grandes éxitos cinematográficos lo colocan en lo más alto del ranking, ya sea en su versión de justicia o venganza.