Érase una vez... un universo maravilloso

Javier Villahizán (SPC)
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El Día del Libro recuerda la importancia de la lectura como práctica para despertar la imaginación, fomentar las ideas y alimentar la inspiración a través de un sinfín de obras que van desde los más clásicos a las novedades del momento

Érase una vez... un universo maravilloso - Foto: Imagen de Freepik

Abrir las páginas de un libro supone sumergirse en una aventura indescriptible que lleva al lector a vivir otras experiencias, imaginar otras vidas y soñar despierto. Una catarsis purificadora que regresa cada 23 de abril con motívo del Día del Libro, fecha que conmemora la muerte en 1616 de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, y que recuerda cada año la importancia de aprender y fantasear a través de las páginas impresas. 

Son muchos los lectores que piensan que el comienzo de un libro es fundamental para el desarrollo de la trama y también para que sirva de enganche a partir de un primer párrafo mágico. Por eso a algunos escritores les cuesta tanto concentrarse en esas primeras líneas a pesar de tener claro el argumento. 

El autor, en este caso, tiene que encontrar esa frase perfecta para intentar seducir al lector desde el arranque, como lo hicieron los grandes nombres de la literatura universal en ejemplares memorables.

A todos viene a la memoria Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes: «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor», pero son numerosos los autores que han sintetizado en esas pocas líneas toda su narrativa, al igual que lo intentan las actuales promesas literarias.

Juan Rulfo, por ejemplo, lo resume en: «Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo». Le basta una sola línea al mexicano para desatar un torrente de preguntas que esperan obtener respuesta: ¿quién eres tú?, ¿qué es Comala?, ¿por qué no conociste a tu padre?. Es simplemente glorioso, pero no es el único.

Así, Gabriel García Márquez describe en Cien años de soledad un océano de tiempo, toda la vida de un hombre, en apenas una frase: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre le llevó a conocer el hielo».

Más inquietante resulta La metamorfosis de Franz Kafka cuando describe la vivencia de Samsa. «Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto». Parece el inicio de un pequeño opúsculo, pero Kafka logra centrar la curiosidad del lector y saciarla con creces.

Claro, que para turbador la demoledora «Y al siguiente día no murió nadie», del Nobel José Saramago en Las intermitencias de la muerte. Un juego de palabras que minan al lector hasta el punto de tener la necesidad de seguir leyendo y descubrir si la muerte llega todos los días o solo intermitentemente. ¿Se imaginan?

Aunque para muertos, que mejor ejemplar que Trópico de Capricornio, de Henry Miller. El neoyorquino describe con tono crudo y directo su existencia en Villa Borghese. «No hay ni pizca de suciedad en ningún sitio, ni una silla fuera de su lugar. Aquí estamos todos solos y estamos muertos». Es como si fuera una bomba de hidrógeno mental: primero sugiere que su barrio es en exceso higiénico para después bajar al lector hasta el mismo infierno.

Igual de inquietante resultan las primeras palabras de Camilo José Cela en La familia de Pascual Duarte. La frase «Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo» siembra la duda sobre quién es el interlocutor, ese señor que también interpela al lector para que diga cosas inconfesables.

El misterio y el lento desasosiego, además del absurdo, es otro de los leitmotiv literarios habituales. En «Hoy ha muerto mamá. O quizá ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer», Albert Camus eleva lo incoherente a su máxima expresión en El extranjero. 

Leyendo sus escuetas palabras se vislumbra el completo universo de duda, desazón y carencia total de relación afectiva del protagonista de la novela. 

'A sangre fría'

Truman Capote tenía esa habilidad de escribir como una metralleta de realidad, narrando hechos a borbotones y describiendo los ambientes con un excesivo detalle.

«El pueblo de Holcomb está en las elevadas llanuras trigueras del oeste de Kansas, una zona solitaria que otros habitantes de Kansas llaman allá». Así, con toda la crudeza y el rigor periodístico arranca Capote A sangre fría, una novela testimonio que narra un crimen que conmovió a todo EEUU a mediados del siglo pasado.

Mientras, Miguel Delibes mezcla ilusionismo y seducción a dosis iguales en el comienzo de El camino. «Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así» puede ser una frase que sirva para todo, sin embargo el autor centra al lector con esa locución en un momento muy especial de la Historia de España, la posguerra.

Pero si hay arranques que quedan en la memoria colectiva, esos son los de las primeras lecturas, los de aquellos libros de aventuras que cautivaron al lector desde la infancia y dejaron un poso imborrable. Viaje al centro de la Tierra, El corazón de las tinieblas, Veinte mil leguas de viaje submarino, Robinson Crusoe o La isla del tesoro son incunables para cualquier ávido y primerizo lector que busca en las páginas impresas unas hazañas con las que soñar.

El boom del audiolibro

El placer de la lectura, la confianza y la emoción que transmiten las palabras habladas y el atractivo de las historias humanas son ingredientes importantes de este fenómeno de comunicación que cada día alcanza cotas más altas.

Además, la voz tiene rasgos de confidencialidad, proximidad y emoción de los que carecen otros canales de comunicación. Hasta ahora, la radio era el medio por excelencia que se beneficiaba de ello... hasta que llegaron los audiolibros.

 Este formato es capaz de fusionar lo mejor de la radio y de la lectura. Su definición, en realidad, resulta muy sencilla: es la grabación con la voz del contenido de un libro, un blog o una entrada. Lo cierto es que cada vez son más las personas que recurren a este sistema.

Algunos de los atractivos de este modelo son la rapidez, la capacidad de realizar una tarea mientras se escucha o el precio. Pero también hay otros valores, como que son formatos para todo el público, incluidos invidentes y analfabetos; la importancia de la ambientación, es decir, el tono de voz, los silencios y los efectos de sonido que enriquecen la historia; el escaso esfuerzo que se necesita, ya que se trata de un proceso pasivo; y la sostenibilidad, el ahorro de papel.

En definitiva, existen muchas y buenas razones para apostar por los audiolibros. Tal es así que desde 2018 se han creado en todo el mundo 100.000 podcast y 25.000 audiolibros en español, según datos de la consultora Dosdoce.com.

Una industria cuya audiencia está previsto que crezca hasta los 26,6 millones de oyentes en 2026 y su facturación alcance los 590 millones de euros en ingresos.

El gran día del Cervantes

Las casualidades del calendario han querido que el Premio Cervantes de este año se entregue el lunes 24 de abril en lugar del tradicional día 23. 

Serán los Reyes, Don Felipe y Doña Letizia, los encargados de homenajear, como es habitual, al hacedero del galardón de este año en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, que en esta ocasión ha recaído en el poeta venezolano Rafael Cadenas (Barquisimeto, 1930).

Es la primera vez que un escritor venezolano obtiene la más alta distinción de las letras hispánicas, dotada con 125.000 euros. Cadenas fue escogido por el jurado por «la trascendencia de un creador que ha hecho de la poesía un motivo de su propia existencia y la ha llevado hasta alturas de excelencia en nuestra lengua», como anunció el tribunal el pasado noviembre, cuando dio a conocer el nombre del premiado.

Igualmente, destacó la «vasta y dilatada obra literaria» de Cadenas como «una de las más importantes y demuestra el poder transformador de la palabra cuando la lengua es llevada al límite de sus posibilidades creadoras».

La visita de Cadenas en España se completará con el depósito del legado del escritor en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes y la inauguración de la exposición Rafael Cadenas: este presente es todo, en el Museo Luis González Robles de la Universidad de Alcalá.