La vida sobre cuatro ruedas gana adeptos

G. Bastida (EFE)
-

Las furgonetas y las autocaravanas se han convertido en una alternativa residencial para muchas personas que no pueden hacer frente al elevado precio de los alquileres

La vida sobre cuatro ruedas gana adeptos - Foto: Imagen de Freepik

Muchos lo hacen por voluntad propia, otros por necesidad. Cada vez son más las personas que por diferentes motivos, principalmente económicos, deciden vivir en una furgoneta, caravana o autocaravana, y casi todos coinciden en que es un modo de vida que «engancha» y proporciona libertad: «Es el lujo de los pobres».

En ciudades como Málaga, donde el precio de la vivienda se ha disparado en los últimos años, situándose el alquiler medio por encima de los 1.200 euros mensuales, estas pequeñas casas móviles se han convertido en una alternativa para personas que, pese a tener ingresos, no pueden o no quieren hacer frente a la compra o arrendamiento de un piso.

En la Costa del Sol han proliferado explanadas y zonas de aparcamiento convertidas en pequeños barrios de casas sobre ruedas. Algunas áreas son de pago y ofrecen servicios de ducha, baño, lavadero, vaciado de aguas grises o vigilancia, mientras que otras son meros solares sin ningún tipo de facilidades ni seguridad.

Hasta allí han llegado personas desde diferentes puntos del país o del extranjero atraídos por el mar y el buen tiempo, un factor a tener muy en cuenta cuando se habita en un espacio que a menudo no supera los siete metros cuadrados, lo que hace que buena parte del día se pase fuera del vehículo. Todos coinciden en que, hoy por hoy, no cambiarían su forma de vida: «Somos como una familia».

Antonio (nombre ficticio) tiene 60 años y es de Madrid, aunque vive en Málaga desde hace tiempo. Tres años atrás se compró una autocaravana de segunda mano y, si bien reconoce que al principio «fue duro», ahora se siente un «afortunado».

Trabaja ocasionalmente como cocinero y comparte su hogar con sus dos perros, Pipo y Pipa. Tiene «lo indispensable para vivir» y «mucho tiempo para pensar», leer y tocar el teclado, sus grandes aficiones. «Tengo mi espacio, libertad, tranquilidad, solo pienso en mí. Yo ya no me muevo de aquí», sostiene. En la puerta de su casa andante, explica que la autocaravana le permite gastar poco, desconectar del estrés y, lo más importante, decidir cada día dónde ver amanecer o atardecer: «Es el lujo de los pobres», destaca.

En busca del buen tiempo

Justo enfrente vive Silvia, una gallega de 44 años, militar retirada por lesión, que decidió poner rumbo al sur en busca del buen tiempo por motivos de salud. Se ha sometido a numerosas operaciones en la espalda y en las piernas y el frío le causa mucho dolor. Pasa los meses de buen tiempo, de mayo a noviembre, aproximadamente, sobre ruedas, y el resto del año alquila una vivienda en algún pueblo de Málaga para resguardarse del frío. 

«Los precios están por las nubes, no hay donde alquilar todo el año a un precio razonable. Te piden hasta 450 euros al mes por un piso compartido y la mayoría de veces no admiten animales», lamenta. Ella está encantada de vivir con su perra Luna, de 10 años, aunque reconoce que tiene algunos inconvenientes: «Pero abres la puerta, ves el mar y se te pasa todo», apunta.

Fede, que es de Badajoz y tiene 58 años, «por circunstancias de la vida» reside en una furgoneta que ha ido adaptando a sus necesidades. Llegó a Málaga en marzo de 2021 y su intención es quedarse allí, donde vive también su hijo en otra camper. «Esto es un boom; desde la COVID cada vez hay más gente que quiere vivir así», comenta este pensionista extremeño, que admite que, aunque a veces tiene «días malos», prefiere estar así «que en un piso entre cuatro paredes».

Gastar menos

Pedro, granadino de 61 años, sobrevive en una vieja furgoneta «por necesidad», porque con los 560 euros del ingreso mínimo vital no puede acceder a una vivienda. Él preferiría estar en un apartamento, pero no puede permitírselo. «Tienes poco espacio, poca intimidad, pero al menos hay buen ambiente y es un espacio seguro», expone.

Junto a él aparca su vehículo Giorgio, otro habitual de la zona. Es italiano, tiene 46 años y vive en una flamante furgoneta camperizada que se compró en su país antes de llegar a España, hace aproximadamente un año. «Es divertido y no gastas tanto porque aquí es muy caro todo», cuenta. «Antes vivía en un piso, pero ahora no es accesible. Este es un buen modo de vivir barato», afirma el hombre, que se ha apuntado a un gimnasio para ducharse a diario cómodamente.

En lo que coinciden todos es en que se sienten «perseguidos» por la Policía Local, que casi a diario patrulla por el aparcamiento e impide que saquen mesas, sillas o cualquier objeto fuera de los vehículos, ya que supondría acampar.