El 80% de los jóvenes que deja las drogas no vuelve a recaer

A.M.
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Cannabis, alcohol, cocaína y ludopatías han motivado las consultas de los 50 usuarios que esta entidad tiene en terapia desde que abrió en Albacete hace ocho meses.

Albacete proporcionaba muchos ingresos y consultas y eso activó la alarma. Proyecto Hombre no tenía presencia en esta provincia, pero sí en otras de Castilla-La Mancha como Guadalajara, Cuenca y Ciudad Real. Tres años les ha costado abrir un centro de atención integral ambulatoria en la capital, un recurso inexistente hasta entonces que ha despertado el interés de muchas familias de personas adictas a las drogas, al alcohol y al juego.

Antes de instalarse en Albacete, Proyecto Hombre se puso en contacto con entidades que atienden a este tipo de usuarios como Cáritas Diocesana, Fundación Atenea o la Unidad de Conductas Adictivas (UCA) al comprobar que llegaba mucha gente afectada de esta provincia, tanto al centro terapéutico que tiene en Guadalajara como a las consultas ambulatorias de Cuenca y Ciudad Real. Entonces, la UCA tenía más de 4.000 expedientes abiertos, cantidad que acabó de convencer a Proyecto Hombre para abrir un centro propio en Albacete. Tres años han tenido que pasar hasta que esta entidad sin ánimo de lucro ha podido inaugurar su nueva sede en la capital, el pasado mes de octubre, en la calle Mariana Pineda.

un nuevo local. Ocho meses después, Proyecto Hombre está a la espera de poder trasladarse a un nuevo local cedido por la Junta de Comunidades, administración que, como el Ayuntamiento y la Diputación, se ha comprometido a concederle subvenciones para que la atención al usuario pueda ser gratuita en caso de que no disponga de recursos económicos propios. De ocurrir lo contrario, Proyecto Hombre no impone tasas ni tarifas, sino que lo deja a la voluntad de las familias y de los usuarios. «Cada uno aporta lo que puede». Lo explica Roberto Lara Santos, psicólogo, terapeuta y director de la clínica que Proyecto Hombre tiene en Albacete, un recurso que en este corto espacio de tiempo ya tiene 50 expedientes encima de la mesa de personas con conductas adictivas y de familiares preocupados por esta situación.

La singularidad de Proyecto Hombre reside en la forma de abordar las adicciones y en la atención ambulatoria que presta tanto a los afectados como a sus familias, parte imprescindible en la recuperación del adicto. Además, la mayoría de programas permiten compatibilizar las terapias con el horario laboral o académico, un detalle que condiciona mucho cuando una persona decide desintoxicarse. De esta forma, en Proyecto Hombre se desarrolla un programa ambulatorio que precisa la asistencia del enfermo en dos o tres sesiones a la semana o todos los días. Todo dependerá del perfil del usuario y de las necesidades terapéuticas que requiera.

Porque no es lo mismo presentar una patología dual que una adicción a la cocaína, ser ludópata, joven o persona adulta. Y como no es lo mismo, esta entidad no gubernamental ofrece un programa para mayores de edad que sufren una doble patología, un trastorno psiquiátrico combinado con el consumo de drogas, en el que reciben atención psicológica, tanto individual como grupal y acuden a un taller ocupacional -diario y matutino- para que tomen conciencia de su enfermedad y aprendan hábitos de higiene, pautas de alimentación, gestión emocional… Si solo presentan conductas adictivas, Proyecto Hombre discrimina entre adultos y adolescentes, de tal forma que los primeros acuden a terapias grupales y los segundos individuales, dado que «nuestros resultados nos dicen que es mejor así, porque los jóvenes tienden a fijarse en lo malo y a imitarlo».

Lejos de los patrones que presentaban las adicciones en las décadas de los 90 y 2000, la ludopatía y el vicio con pantallas y videojuegos han irrumpido de forma preocupante en estas entidades. En el caso de Proyecto Hombre, históricamente vinculada a los consumos de heroína y cocaína, no ha tenido más remedio que adaptarse a los nuevos consumos al detectar el aumento de casos de jóvenes enganchados con los videojuegos, al juego y a las apuestas.

Esto ha originado que, en la actualidad, el perfil de los usuarios de Proyecto Hombre sea muy heterogéneo, pues se atienden desde adictos al alcohol hasta fumadores de cannabis y gente que combina el alcohol con la cocaína. En adolescencia, «lo más común es que estén enganchados al cannabis, tenemos algún expediente de cocaína y drogas de síntesis».

Es precisamente con los jóvenes donde los padres juegan un papel irremplazable, ya que a esas edades es difícil que los chicos cobren conciencia de su problema de adicción. Este es el motivo por el cual muchos de ellos ni siquiera acuden al centro ambulatorio de la ciudad y son los padres los que llaman a la puerta dispuestos a recibir consejos profesionales: «Trabajamos el tema de las horas y de los límites, la gestión emocional, la comunicación…», explica Roberto Lara.

En el acuciante problema de la adicción a los videojuegos, quizá la mayor preocupación de unos padres estriba en llegar a determinar si su hijo o hija tiene un problema de adicción con las pantallas. Según el director del centro de Proyecto Hombre, hay una serie de criterios que les pueden ayudar a determinar si el joven en cuestión está enganchado al móvil o a las máquinas, tales como comprobar los tiempos y frecuencias de juego, si su apego al ordenador o a la videoconsolas tiene repercusiones negativas en el ámbito académico, si empieza a presentar malas notas, suspensos, no se relaciona con otros jóvenes de su edad, no acude a actividades de ocio y tiempo libre y se vuelve agresivo cuando se le niega el aparato. No obstante, Roberto Lara no quiere resultar alarmante, pues en función de los expedientes abiertos, en Albacete están viendo «algún caso» porque acaban de abrir, y en el resto de centros de Castilla-La Mancha este tipo de abordaje terapéutico contra el abuso de videojuegos es «más frecuente», aunque todavía sigue siendo residual si se compara con otros consumos como las drogas.

Respecto a las edades, en Proyecto Hombre no llegan más adultos que adolescentes, prácticamente están al 50 por ciento. Donde sí se establece la diferencia es por sexos, de tal forma que entre jóvenes el porcentaje de chicas  es mayor, alrededor de un 25 por ciento, mientras que en adultos, la presencia femenina en esta ONG se rebaja al 15 por ciento.

Distintos recorridos. También se encuentran diferencias en las adicciones, especialmente en el tiempo que se lleva consumiendo. Aunque todos ellos llegan con unos niveles de adicción muy altos, los adolescentes llevan pocos años consumiendo, un recorrido que nada tiene que ver con los adultos, que registran entre 12 y 15 años como toxicómanos lo que acarrea, además, daños cognitivos, problemas laborales, económicos, sociales y familiares. «Con los jóvenes es más fácil atajarlo porque llevan un recorrido menor», apunta Lara.

Como ocurre con el juego, concluir que un hijo en edad adolescente presenta patrones adictivos puede resultar un tanto dificultoso. Mayoritariamente, es el cannabis el que enciende la alarma en los padres, ya que el alcohol -generalmente la sustancia con la que se inician en el mundo de las drogas-, está tan introducido en la cultura española que no genera prácticamente ningún tipo de preocupación paternal. Al igual que ocurre con el tema de los videojuegos, existen una serie de indicadores que pueden inducir a pensar que el chaval empieza a tener serios problemas con los estupefacientes: faltar a clase, tener actitudes agresivas y conflictivas, conductas violentas con sus padres, robos…

Problemas familiares, acontecimientos ocurridos a lo largo de su vida, problemas afectivos, agresividad, absentismo escolar, incapacidad para gestionar los problemas, no saber decir que no… «El cannabis es una droga de ámbito lúdico, es un vehículo para socializar, pero cuanto estás con los usuarios te das cuenta de que hay algo detrás y que no es una sola causa», aclara Roberto Lara.

Por eso es importante el abordaje integral terapéutico con los chicos, ya que los datos que maneja Proyecto Hombre determinan que, tras acabar el tratamiento completo, el 80% de los chavales tiene muchas posibilidades de no recaer. La clave es iniciar el tratamiento a tiempo y, si se consigue, en 10-12 meses recibirán el alta porque «no tienen mucho deterioro».