Fernando Sánchez recibe el Premio Aula Dámaso González

Emilio Martínez
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El torero elogió al mítico matador que da nombre a este galardón y a la Feria de Albacete

Un instante de la entrega del galardón a Fernando Sánchez. - Foto: Emilio Martínez

La tauromaquia albacetense en general y en particular «el mejor torero castellano-manchego del último medio siglo», como lo definió Fernando Sánchez al recoger el Premio Aula Taurina Dámaso González que lleva el nombre del coletudo paisano, fueron los dobles protagonistas del acto de entrega de este galardón el pasado lunes en la Casa Regional. Es precisamente esta entidad la que lo otorga desde hace un par de décadas aunque en esta edición de 2023 se trata de la primera vez que se hace bajo la denominación del matador paisano. Hubo gran asistencia de gente relacionada con el planeta de los toros y de socios tanto de la propia Casa de Castilla-La Mancha como de la Asociación Cultural Albacete en Madrid (ACAM), encargada de la organización de la ceremonia.

Entre los personajes presentes estaba la familia de Pedrés, encabezada por la que fuera su mujer, Teresa Jareño, y su hijo el ganadero y hombre de negocios Pedro Martínez, que iban a entregar a Paco Ureña el premio que lleva el nombre del fallecido matador albacetense y que se concede por parte del citado grupo de la diáspora paisana, coorganizador del evento, al mejor toreo de capote en la pasada Feria septembrina. Un problema de última hora del galardonado, del que se disculpó, le impidió asistir, por lo que el título se le entregará más adelante aprovechando otra de las reuniones mensuales del Aula de la Casa Regional.

Tras unas breves palabras biográficas en lo profesional del subalterno toledano por parte del presentador y coordinador del acto, Patricio Morcillo, máximo mandatario de ACAM, cedió el turno al director del Aula, el crítico, escritor y ensayista taurino Ángel Arranz, que coincidió con Dámaso al inicio de la andadura de ambos en capeas y becerradas y con el que guardó siempre una buena relación amistosa. Después de calificar al fallecido coletudo albacetense como «tan excepcional en su faceta torera como en la personal», añadió algo que entiende más importante incluso que ser figura: «Fue, es y será siempre maestro de maestros, algo que consiguen muy pocos». 

Las loas se extendieron a Fernando Sánchez, del que dijo que no sólo era el responsable de revitalizar el tercio de banderillas, sino que le había devuelto la emoción y la brillantez perdida poco a poco. Un planteamiento similar y con el que coincidía también Antonio Lorca, crítico taurino del diario El País, como manifestó. E igualmente su colega y también ensayista Rafael Cabrera, quien añadió que «cuando se anuncia a Fernando» los aficionados van a la plaza con una ilusión extra no basada sólo en la tantas veces monótona faena de muleta. 

Ambos felicitaron igualmente al Aula de la Casa por haber concedido el premio a un subalterno, tantas veces grandes profesionales y más lucidos que los matadores a cuyas órdenes están. Es lo que, en opinión del jurado aconteció en el abono isidril de esta temporada, donde ni matadores ni ganaderos de la región destacaron, mientras que sí lo hizo en todas las tardes en que actuó el banderillero toledano, «como demuestra que no es el primero de los premios que le conceden y que pese a su juventud, sólo 35 años, ya le adornan en gran medida su historial profesional», según reza el acta de su concesión que había sido leída al inicio de este acto.

Por último Arranz destacó de Fernando que, como el ausente Ureña, además de indudable figura estaba consiguiendo algo dificilísimo y que algunos otros mandatarios del escalafón nunca logran: «Ser toreros favoritos, por sus méritos, claro, de la exigente primera plaza del mundo, Las Monumental de Las Ventas». Solicitando una «taurinísima ovación», concluyó sus palabras.

De modo que el galardonado, un personaje de gran cultura y facilidad de expresión, no pudo evitar emocionarse de «tanto  y puede que excesivo elogio», precisó, para agradecerlo a los asistentes y a la entidad regional que le había hecho acreedor al título. Máxime, cual añadió, con el doble motivo de que el mismo está bautizado, al igual que el Aula, con el nombre de ese torero al que no había visto en directo pero sí en reportajes y vídeos.

Con ese detalle y el hecho de que Dámaso hubiera nacido en Albacete, empalmó también unas frases muy positivas respecto a la tradición taurina de la provincia que ha dado tantos buenos profesionales de matadores -«siendo dos excelentes ejemplos el de Dámaso y el de Pedrés, protagonistas en parte de este acto», como subrayó-, novilleros, subalternos y ganaderos. Para valorar igualmente de manera positiva la que estima mejor Feria de la región y una de las mejores a nivel nacional, con un toro de primera y un público entendido, «como he tenido ocasión de comprobar ya en las diversas temporadas que allí hice el paseíllo».

Después y sin ánimo de darse importancia, porque es un hombre sencillo, sostuvo que era cierto lo que con anterioridad a su intervención habían manifestado los que le habían precedido en el uso del micrófono. Sobre todo en su objetivo, aparte de estar bien tarde tras tarde, «lo que no siempre se consigue, claro», admitió, de que se valorase más el segundo tercio, para lo cual sólo existía una fórmula, la de hacer las cosas muy bien «y llenas de sentimiento para emocionar al público».

De ahí a que admitiera que era igualmente cierto que había intentado refrescar esa importante y fundamental parte de la lidia. A lo que de inmediato añadió que, por fortuna, no sólo él se había ganado un prestigio, sino que se extendía a un grupo de extraordinarios subalternos que banderillean muy bien: «En tal aspecto creo que estamos en uno de los mejores momentos de los últimos años». 

Esta apreciación suya fue corroborada por la mayoría del público en el coloquio final, aunque siempre se le puso a él en primer lugar, algo que negó: «No, yo estoy entre ellos, pero aunque sea algo subjetivo y que debe juzgar el público, lo agradezco porque sirve de estímulo. Como nos sirve de motivación cuando en un festejo otro compañero pone un buen par y nos motiva a los demás a intentar superarlo».

Antes de que, cerrando el acto, Patricio le entregase la placa del Premio Aula Taurina Dámaso González, el subalterno respondió a la última pregunta en cuanto a los espejos de banderilleros en que se ha fijado, aunque poniendo él su «propia personalidad y sentimiento». Una lista encabezada por el legendario Manuel Montoliú y en la que están otros subalternos que marcaron diversas épocas como Rafael Corbelle, Luis González, Curro Cruz y el albacetense Paco Honrubia.