Hola. Me llamo Ana y soy comedora compulsiva

María Carcaboso EFE)
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La última vez que esta mujer se dio un atracón se comió de golpe una tarta para cuatro personas. Sabe que tiene un problema y, por eso, acude a terapia en Comedores Compulsivos Anónimos

Hola. Me llamo Ana y soy comedora compulsiva

Ana -nombre ficticio- admite que la comida es «una droga» para ella. Es comedora compulsiva y en su último atracón ingirió las 3.000 calorías de un pastel de chocolate para cuatro personas. Desde hace 14 años acude a reuniones de Comedores Compulsivos Anónimos y, aunque no logra abandonar su pulsión por comer, sí la reprime.

Ha probado diferentes dietas y algunas terapias, incluso llegó a plantearse someterse a una operación, pero decidió no hacerlo porque asumió que sus ganas de comer persistirían: «El estómago se puede operar, pero la cabeza no», dice.

Ana encontró remedio en Comedores Compulsivos Anónimos (Overeaters Anonymous, en inglés), asociación con presencia en todo el mundo a la que llegó con 52 años y donde, ahora que tiene 76, organiza las reuniones del grupo de Sabadell (Barcelona) en la parroquia de la Concepción, donde el sacerdote les deja un espacio.

Overeaters Anonymous (OA) está formada por personas que, como Ana, buscan alejarse de la compulsión por la comida a través del acompañamiento, compartiendo con otras personas que sufren lo mismo sus respectivas experiencias bajo el anonimato, que les garantiza que lo que explican en las salas donde se reúnen no irá más allá de esas cuatro paredes.

OA se basa en el método de 12 pasos que también siguen Alcohólicos Anónimos y más asociaciones para lidiar con otras adicciones y, durante sus reuniones de terapia, los integrantes leen esos pasos, explican cómo se sienten o qué les preocupa y comparten formas de afrontar su problema para lograr mejorar su relación con la alimentación.

En la reunión terapéutica, siete personas adictas a la comida -cinco mujeres y dos hombres-, sentadas alrededor de una mesa rectangular explican sus sensaciones. Confiesan  en voz alta cómo superan su pulsión por comer, si han recaído o no y finalmente comparten la lectura de un libro de reflexiones escrito por un comedor compulsivo.

Quienes integran los grupos de Comedores Compulsivos Anónimos siguen patrones muy distintos, las edades son variadas y hay personas con obesidad mórbida, pero también las hay por debajo de su peso, así como algunas que mantienen el control con la comida u otras que son incapaces de conseguirlo.

Una de las primeras recomendaciones que reciben quienes llegan a OA es «detectar qué alimentos les provocan compulsión». Los más comunes son los dulces, pero también hay personas que no pueden tener queso en casa porque, una vez lo prueban, no pueden dejar de comerlo.

El último atracón de Ana sí fue con un dulce: «Compré un pastel de chocolate para cuatro personas que podía tener unas 3.000 calorías y me lo comí yo sola», recuerda.

Por la comunidad

Comedores Compulsivos Anónimos persigue «el bienestar físico, emocional y espiritual» de quienes tienen la voluntad de dejar de comer compulsivamente, pero no sigue ninguna doctrina religiosa, aunque organice sesiones en espacios como parroquias, como es el caso del grupo de Sabadell.

«No pagamos cuotas, no tenemos recursos para alquilar salas y nos reunimos en las que nos ceden entidades a las que hacemos algún donativo», detalla Ana.

«Aquí no hay organigramas -afirma- sino que las labores como la administración o la comunicación de OA se reparten entre los integrantes y los roles van rotando».

El grupo de Sabadell cuenta con «cuatro personas fijas» que asisten a las sesiones de forma periódica y, según Ana, «el quórum es tan bajo porque admitir que tienes un trastorno con la comida cuesta mucho».

En las reuniones se evitan ciertas palabras, como «chocolate», para «no generar ganas de comer» y los asistentes buscan en ellas comprensión y distracción para dejar de pensar en querer comer.

Ana explica que las metas de todos ellos en relación con la comida son a corto plazo: «Nosotros nos proponemos 'no comer por ahora' y nos mantenemos ocupados para no hacerlo, leyendo, escribiendo o dibujando, por ejemplo».

Además, asegura que la compulsión por la comida tiene un «componente emocional», pero que «normalmente está asociada a otras patologías como la depresión, que puede derivar en esa compulsión, o viceversa».

«No siempre sabemos por qué se nos dispara la compulsión. Yo misma no entendía por qué comía en situaciones de estrés derivadas de, por ejemplo, el trabajo», confiesa.

Ana, jubilada, está segura de que «hay mucha gente que come compulsivamente sin un motivo aparente», por lo que ve «necesario» dar a conocer iniciativas como la de Comedores Compulsivos Anónimos.