Alejandro Peñaranda gana el certamen 'Cénate Las Ventas'

Pedro Belmonte
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El novillero de Iniesta formado en Albacete se impuso en una noche sin trofeos, al fallar con los hierros, por su buen toreo, con un gran ambiente en los tendidos de la plaza, que casi cubrió medio aforo

Inicio de la faena al tercero de la noche por parte de Alejandro Peñaranda en Las Ventas - Foto: Pedro Belmonte

No es habitual que un certamen taurino se gane sin haber cortado una oreja, pero lo de ayer en Madrid hay que entenderlo si lo que se premia es el toreo y no los trofeos, ya que en Las Ventas se vio torear de verdad, con hondura, mando, temple y clase, como mandan los ancestrales cánones del toreo. Enroscarse al toro alrededor de la cintura, manejar las muñecas como si fuesen de goma, templar hasta las más ásperas embestidas y aprovechar el ritmo de un buen novillo, como fue el tercero de la tarde, al que llevó todo lo largo que el animal admitió, ya que no tuvo el último tranco y había que esperarlo un poco, pero una vez cosido a la muleta, las puntas de los pitones apenas distaban de la franela un centímetro. El torero, todavía en el escalafón de los novilleros, se llama Alejandro Peñaranda, que ayer fue declarado triunfador del certamen taurino 'Cénate Las Ventas', con todo merecimiento, porque si la espada hubiese entrado a la primera, y el descabello hubiese sido efectivo, estaríamos hablando de una puerta grande de ley, con una novillada, la de Fermín Bohórquez, que no fue adornada precisamente con el don de la casta y la clase, a excepción del primero de Peñaranda que embistió entregado, pero los otros cinco sacaron las teclas de un animal menos que mediano, tirando a complicado.

Pero los listos de siempre, que son capaces e convencer a los que están a su alrededor, protestaron al tercero de la tarde durante los primeros tercios, no por trapío, ya que tenía cuajo de toro, sino porque al entregarse, perdió las manos en alguna ocasión y eso ya es causa para tocar las palmas de tango con que habitualmente protestan todo. Menos mal que el presidente no claudicó y lo mantuvo en el ruedo, siendo al final de la noche el mejor novillo de los Bohórquez. En su primer encontronazo con el caballo, buscó los pechos de la montura y en el segundo, fue perfectamente cogido y medido por Pedro Pío, lidiado con efectividad por Caco Ramos y vimos un segundo y tercer par de banderillas con autoridad a cargo de Víctor Martínez y Basilio Mansilla respectivamente. Tras brindarlo a su compañero y amigo José Fernando Molina, comenzó la faena doblándose muy toreramente por abajo para cuajarle una faena muy de verdad, con mando, temple, siempre firme y llevando al novillo hasta todo lo atrás que le permitía. El animal tuvo entrega y nobleza, aunque no fue la tonta del bote y el tendido apreciaba los pasajes del trasteo, muy metido en la faena, jaleando cada una de las series. La espada se encargó de que todo quedase ahí, siendo dos veces avisado por el palco, antes de la caída definitiva del novillo.

Lidió el quinto, por la cornada a su compañero Cristian Parejo, y éste ya no tuvo las virtudes del tercero, aunque le supo llevar muy toreado a un animal que en las primeras tandas admitía tres muletazos antes de protestar, pero que con el transcurso de la faena, fue recortando las repeticiones, llegando al final del trasteo casi sin admitir ninguno. Pero a pesar de eso, Peñaranda lo llevó muy templado y desplegó el mismo toreo que en el anterior, el de verdad, el de plantársela muy plana y poderosa, llevarlo templado y quedarse muy quieto, con la firmeza que hay que tener para torear bien. En este caso, la espada entró tendida y el descabello desbarató el trofeo, recogiendo una fuerte ovación.

Alejandro Peñaranda, junto a Caco Ramos, Víctor Martínez y Basilio Mansilla.Alejandro Peñaranda, junto a Caco Ramos, Víctor Martínez y Basilio Mansilla. - Foto: Pedro Belmonte

Abrió la tarde Jorge Molina, que tuvo que matar tres novillos por cogida de Cristian Parejo, y pocos mimbres tuvo delante para ningún cesto, si acaso el primero, que se dejó en apenas tres tandas en redondo y al natural fue cogido en dos ocasiones sin consecuencias. Con el cuarto, que nunca llegó metido en la muleta, no se confió nunca, siendo ovacionado, como en el que abrió plaza y con el sexto, segundo del lote de Parejo, bastante hizo con pasar a un animal sin clase y topón, aguantando las protestas de los intransigentes, escuchando palmas tras matarlo de estocada y descabello.

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Alejandro Peñaranda, en la faena al quinto de la noche.
Alejandro Peñaranda, en la faena al quinto de la noche. - Foto: Pedro Belmonte
Alejandro Peñaranda saluda tras ganar el certamen 'Cénate Las Ventas'
Alejandro Peñaranda saluda tras ganar el certamen 'Cénate Las Ventas' - Foto: Pedro Belmonte

Cristian Parejo tuvo delante a un utrero que nunca se entregó y que además el viaje era corto, quedándose apenas había pasado, lo que hizo que el valor del novillero quedara patente. Fue cogido al entrar a matar y fue operado en la enfermería de una cornada de 20 centímetros con erosiones en la cara y conmoción cerebral, escuchando palmas cuando se dirigió por su propio pie a la enfermería.