Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


La gran familia

16/06/2023

Se detecta cierto regustillo de satisfacción de algunos analistas al constatar que la temida crisis económica no ha llegado. Muchos gobernantes se han visto sorprendidos al comprobar que sus economías eran mucho más resilientes de lo que ellos pensaban o el deseo de gastar después de la pandemia superior al esperado. Es evidente que todos los que vaticinaban una hecatombe se han equivocado de pleno.

Nuestra obsesión por la inmediatez nos impide mirar con perspectiva el futuro, porque esperamos que nuestros tiempos intelectuales vayan parejos a los vitales. La primera incógnita por despejar es si es sostenible un crecimiento de la deuda permanente. La segunda duda es si los ingresos fiscales de los Estados van a seguir creciendo por encima de la productividad. La tercera pregunta nos lleva a elucubrar sobre el impacto en el mercado laboral de una población activa decreciente; indirectamente nos preguntamos sobre su consecuencia recaudatoria para el Estado. La cuarta inquietud es si en el futuro puede haber un cambio del paradigma de seguridad que nos ha acompañado durante los últimos siglos, aunque esta preocupación es solo de los europeos conservadores.

Los cenizos piensan que la incapacidad para dar respuesta a todas estas cuestiones demuestra la debilidad estructural de la democracia para solventar los retos futuros. La resistencia social a enfrentarse a los problemas de largo alcance no es exclusiva de las democracias, sino que acompaña a todos los colectivos. El sistema político solo determina si la violencia es interna o externa. Una forma sutil de decir que las guerras civiles rara vez se dan en democracias plenas; en las de mentirijillas se dan igual.

Estos últimos dos siglos han sido engañosos en Occidente. Nuestra capacidad para el olvido es superior al talento de la izquierda para manipular el pasado. Haces turismo por Alemania y nadie pensaría que perdieron dos guerras mundiales. Si te adentras por Rusia te preguntas cuándo ganaron una. Los avances tecnológicos y médicos han permitido que una amplia población tenga una falsa sensación de prosperidad. Hemos postergado las grandes preguntas por comodidad y miedo a sus respuestas. El modelo político no tiene nada que ver.

Una sociedad sana está compuesta por individuos que respetan las opiniones ajenas, cumplen las razonables leyes y son responsables en la gestión de sus actos. Cuando rompemos este equilibrio las cosas se complican. No sabemos cuándo, pero algún día las sociedades tendrán que enfrentarse a sus miedos.