Facebook vampirizó Internet durante años y enseguida se quedó viejo. Después llegó Instagram, que envejeció todavía más rápido. Y hemos llegado a la era de TikTok, que es la que marca el ritmo ahora mismo. Como cualquier red social de moda, su influenza trasciende mucho a sus cientos de millones de usuarios. Incluso aunque usted no haya ingresado en su vida, muchas de las cosas que hace en Internet están ya 'tik-tokizadas': basadas en videos adictivos muy cortos que, ordenados por un algoritmo, consiguen que no salgas nunca de un determinado entorno, que no navegues por diferentes páginas web, sino que permanezcas hipnotizado, deslizando el dedo en un bucle infinito de estímulos. 

Esto en sí es ya un problema lo suficientemente gordo como para asustarse, pero lo es todavía más si tenemos en cuenta que Tik Tok está controlado por el gobierno chino. El Departamento de Estado americano está siguiendo muy de cerca si el Partido Comunista Chino ha empezado a usar su primera red social realmente global para promocionar sus narrativas.

Creen que todavía no lo están haciendo, al menos no lo están haciendo de una manera muy evidente, pero saben que tienen el control sobre el medio, que a menudo es más importante que el control sobre el mensaje. Saben que las primaveras árabes habrían sido imposibles sin Facebook, y que ahora el juguete ya no se controla desde California, sino desde Pekín. Un arma casi tan poderosa como la de los cañones.

El poder blando, eso que se suponía que China nunca podría lograr porque no disponía de un entorno de libertad en el que marcar tendencias de moda, depende ahora más de la tecnología que de las artes escénicas, el cine o la música. Pekín, recordemos, ya encabeza esa carrera.