Poesía que te respiro

Ana Martínez
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El género poético vive en la ciudad uno de sus mejores momentos, con la llegada de premios tan relevantes como el Adonáis o el Barcarola

Es difícil concentrar en este reportaje una hora de conversación. La librería Nemo nos cede su lírico espacio para mantener una charla con siete de los poetas más consolidados y reconocidos del actual panorama literario español, a los que les une su pasión por la poesía, su juventud y haber nacido en Albacete. Albacete, esa ciudad manchega en la que se fijó la Fundación March en la década de los 80 para organizar con un principiante Cultural Albacete un ciclo de conferencias con escritores y poetas. Albacete, en cuyo Ateneo ha tenido su sede la asociación cultural Alcandora dedicada especialmente a la poesía. Albacete, la ciudad natal de la revista Barcarola y de sus premios internacionales. Albacete, cuya hostelería dio origen al grupo La Confitería que durante años invitó a poetas para ambientar el otoño.

Simientes que hoy se riegan en Fractal, festival poético del siglo XXI, amparado y auspiciado por un grupo de jóvenes poetas que sienten la poesía como una parte más de su crecimiento vital.

Siete son los que reflexionan sobre el por qué, para qué y para quién de la poesía actual. Entre el grupo se encuentran Adonáis, Barcarolas, Jaimes Gil de Biedma, Ojos Críticos, Fractales..., premios con los que han colocado a Albacete en la capital española de la escritura en verso.

No saben muy bien por qué. Lo que todos tienen claro es que han llegado hasta aquí gracias a iniciativas como las mencionadas más arriba. También coinciden en la misma necesidad: escribir poemas.

¿Para qué? «La poesía es una manera de respirar las cosas que suceden en el mundo; es una actitud ante la vida». Lo dice Javier Lorenzo, uno de los más veteranos del grupo -por edad y porque lleva en esto toda la vida-. David Sarrión entiende la poesía como «ese medio que nos hace huir de la contemplación del mundo», mientras que Andrés García Cerdán no entiende por qué la poesía tiene que tener una clara motivación: «Me parece que en sí mismo la literatura es un acto muy hermoso que puede provocar un placer personal y que, además, es capaz de intervenir en el mundo para hacerlo un poco mejor».

El que es capaz de remontarse a tiempos prehistóricos es Antonio Rodríguez, quien pone el acento en la diferencia entre poesía y poema. Recuerda que la poesía es tan antigua como el lenguaje y por eso está entre nosotros, porque «es natural, sin poesía no se entiende la vida».

Explicaciones las justas y divagaciones, menos todavía. Rubén Martín no entiende por qué tiene que explicar su poesía, es mucho más simple: es algo vital, algo que está al margen de todo lo demás, que siente, que está dentro de él: «Para mí es una forma de estar en el mundo».

Estímulos, experiencias, encuentros, amistades... Hay algo que enciende la llama, un punto de inflexión que se produce cuando se cierra un libro y se coge una pluma: «Empiezas a garabatear, sigues escribiendo y un día decides presentarte a un premio; eso es lo único que decides, porque la poesía está siempre en uno».

Ella se siente totalmente sumisa hacia la poesía. Para Lucía Plaza es la forma más pura de expresar un sentimiento, es ese momento que uno nunca espera pues el poema «me manda a mí que lo escriba, son las palabras las que vienen hacia a mí, yo no las elijo».

La comunicación. Como todo en la vida, la poesía también vive sus contradicciones, sus paradojas, sus dislates. ¿Cómo puede ser que un acto tan intimista, tan personal, tan individualista, tenga necesidad de salir a la luz? Constantino Molina rompe una lanza a su favor: «La poesía es algo que se comparte porque, al fin y al cabo, hace más habitable nuestra vida y nuestro día a día». El poeta como libre pensador. Es la figura que emana de los labios de David Sarrión para resaltar que reflexión y filosofía van atadas a su mano, a su necesidad de compartir sus puntos de vista.

La charla se va animando. Ni tan siquiera el terremoto ocurrido en Ossa de Montiel nos desvía de nuestro objetivo: la poesía como alimento para el alma. «Por encima de todo, poesía es comunicación, si no difícilmente ese mensaje va a fluir», enfatiza Javier Lorenzo. Es él quien defiende el papel crítico del artista, en su más amplio significado. Es él quien cita la poesía social, un género que no sólo debe quedar impreso en el papel, un género que se transforma en un hip hop, en un grafiti, en una banda de rock... Un género del que no se ha escapado Albacete, donde muchos de sus escritores han experimentado con la poesía social, mas en estos momentos tan convulsos, donde el creador «tiene el deber de expresar su mensaje de una manera que tenga que ver con la sociedad; el poeta es parte integrante de la sociedad y no puede estar ajeno a ella».

No está muy de acuerdo Rubén en este obligado compromiso. Sigue empeñado en no querer hablar de poesía porque «me cuesta una barbaridad». Él se limita a escribir el poema para que éste se exprese per se, no para tener que explicarlo. Y también se limita a escribir de aquello que le motiva, inspiración que no le llega con la poesía social, lo que no quiere decir que no le interese la situación actual de la sociedad de la que forma parte. Andrés se ha quedado con ganas de seguir el debate sobre la comunicación entre poeta y lector. Ubica el poema -que no la poesía, ojo- en un acto de diálogo con el propio lenguaje, un diálogo consigo mismo y con otros, un diálogo intelectual, un diálogo, directa o indirectamente, con el mundo en el que vivimos. Y, lo más significativo, «un diálogo con la sociedad que, con mucha frecuencia, intenta intervenir aportando  valores morales, reflexiones éticas, acerca de la identidad... En la propia naturaleza de la palabra, que es humana y poética en sí, existe esa idea de diálogo, de reflexión, de planteamiento de la realidad y del papel del hombre en el mundo; en este sentido, siempre hay una intención ontológica y social en el poeta».

De lo lírico y lo bucólico, a la realidad más pragmática: históricamente, la poesía ha sido cuestión de minorías, se le ha acusado de elitista, de exceso de ego, de erudición, de apartarse de lo mundano. Solo ha mirado de reojo a las culturas más básicas. «Para nada». Tajante y completamente contrario hacia estas afirmaciones se muestra Antonio Rodríguez. Reitera que la poesía es la base de todo y puntualiza que, en todo caso, hay una poesía más culta y otra más popular. Defiende la poesía del pueblo, aquella que se encuentra en los romances, en las coplillas, en las seguidillas, hasta en la biblia y en los libros religiosos. De vehemencia leve, Antonio Rodríguez admite que en los últimos siglos se ha desarrollado una poesía más culta, que ahora está «más fuerte que nunca» gracias, entre otros aspectos, a la universalización de la educación y al fenómeno de las redes sociales, que están divulgando un género que puede presumir de estar en su mejor momento: «En Albacete hay muchísima gente escribiendo poesía y esto nunca había pasado».

La sonrisa llega cuando hablan de la poesía con rima, obsoleta, desfasada y, sin embargo, más fácil de publicar. ¿Hay dificultades para editar poesía?, pregunto. «Si uno se lo plantea, al final lo hace, aunque sea con la autoedición. Está claro que si ganas un premio llegará a mucha más gente, porque la distribución y la promoción es mayor y si lo autoeditas, es posible que se quede en un rincón de la librería», aporta Tino.

La edición.  Nada extraño si se observa que el gran Ángel González vendía 2.000 ejemplares frente a los 10.000 que se editan de una novela en su primera edición. Y aquí es donde aparece la cólera y el reproche de nuestros poetas: En España vende Joaquín Sabina, que hace 36 ediciones de Ciento volando de catorce, y Marwan, que vende más de 20.000 ejemplares de Apuntes sobre mi paso por el invierno. Bueno, no dejan de ser poetas, se me ocurre apuntar: «No, no son poetas -clarifica Andrés García-, son cantautores. Mi opinión personal es que la poesía que ha publicado Joaquín Sabina no es más que una pirotecnia exterior superficial y barata». Ahí queda eso. Lo más pésimo para este grupo de juglares es que si Belén Esteban publicara en este país un libro de poemas vendería más que los mismísimos Brines y Gamoneda juntos. Una situación «patética» para Rubén, pero «buena» para el estado de la poesía, en opinión de Tino, pues al no ser fenómeno de masas, «la poesía no se corromperá por el comercio, ningún poeta escribirá una cosa u otra porque vaya a ganar dinero, eso es impensable».

Apocalíptico o no, lo cierto es que la cultura agoniza y es la última preocupación de los políticos en tiempos de crisis, e incluso de bonanza, como bien se demuestra cada año con el Festival Fractal, una iniciativa multidisciplinar que gira en torno a la poesía y que se organiza y celebra gracias al enorme esfuerzo de un grupo de poetas que sigue empeñado en darle a la poesía el reconocimiento que merece:el primer arte del mundo.