Editorial

Los incendios del verano se apagan durante el invierno

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La Junta de Comunidades invierte importantes partidas presupuestarias en las labores preventivas, pero no son suficientes

A pesar de la impresión que pueda dar, la provincia de Albacete cuenta con un 45% de su territorio, es decir, unas 620.000 hectáreas, de terreno forestal, ya sea propiedad de la Junta de Comunidades, de diversos ayuntamientos o de particulares. Esta circunstancia hace que la provincia sea una zona estratégica para evitar la desertificación de la Península, sobre todo, de sus sierras, la de Alcaraz y la del Segura, que actúan como primera barrera natural al avance de las arenas del desierto.

Durante estos meses, la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, a través de la Consejería de Desarrollo Sostenible, realiza tratamientos selvícolas para prevenir el riesgo de incendio en los meses más calurosos del verano. De esta forma, lejos de los focos mediáticos, más de 320 trabajadores, repartidos en distintas cuadrillas, acometen esos trabajos -al finalizar el año 2022 se encontraban en los términos municipales de Almansa, Yeste, Alcaraz, Férez, Letur y Carcelén-. Las labores en el monte también contribuyen a la regeneración forestal, un hecho fundamental para preservar los bosques ya con una cierta edad, considerados maduros.

El pino, en sus diferentes variedades, es la especie más común en la provincia albacetenses, seguido por la carrasca o la encina, autóctona y de gran valor medioambiental.

La conservación del medio ambiente es uno de los caballos de batalla de las últimas décadas. El ecosistema es muy frágil y el ser humano debe contrarrestar los efectos nocivos que genera para mantener los montes en buenas condiciones. La Junta de Comunidades invierte importantes partidas presupuestarias en las labores preventivas, pero no son suficientes, y más cuando las actividades tradicionales que se acometían en las masas forestales están en franco retroceso. La causa es doble. Por un lado, la despoblación y el envejecimiento que sufre el medio rural, y, por otro, las leyes excesivamente restrictivas en cuanto a los usos del monte, guiadas por un ecologismo exacerbado que se basa en la regeneración natural de los ecosistemas. Está demostrado que este último postulado es falso, porque la humanización del paisaje provoca demasiados desajustes que hay que subsanar artificialmente.

Es fundamental realizar tratamientos preventivos durante el invierno, pero, desgraciadamente, son insuficientes, con 620.000 hectáreas de arbolado, por lo que estas labores deben ir acompañadas de unas buenas campañas de concienciación, sobre todo, en los centros educativos, donde las generaciones venideras se forman, no ya académicamente, sino como personas y son el futuro de la sociedad. Los niños y adolescentes de hoy pronto cogerán el testigo y deberán preservar el medio ambiente que les legaron las generaciones anteriores.