La primavera saludó a la 'borriquilla' al salir de la Catedral

E.F.
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Un sol en todo su esplendor realzó el inicio de la Procesión de las Palmas, presidida por el obispo Ángel Fernández

La 'borriquilla' sale de la Catedral. - Foto: A.P.

A veces los pequeños detalles lo dicen casi todo. Una presencia, la de un esplendoroso sol de primavera, y una ausencia, la de las mascarillas que aún se vieron hace un año, marcaron la Procesión de las Palmas en su salida de la Santa Iglesia Catedral.

Con estos buenos presagios, no es de extrañar que la celebración de la cariñosamente conocida como "La Borriquilla" fuese una extraordinaria combinación de emoción contenida y lleno absoluto de fieles en su recorrido hasta a la Iglesia de Fátima.

A la hora señalada, 15 minutos antes del mediodía, la explanada que se abre frente a la Catedral estaba llena de fieles, muchos de ellos con palmas en la mano, apretujados en torno a puerta del templo, sin dejar apenas espacio para la salida del paso.

A la salida del paso de la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén, que es el nombre oficial de la "Borriquilla", ésta fue recibida por los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía de de Nuestra Señora del Mayor Dolor.

Unos 40 miembros de la misma Cofradía portaban el paso, que nada más salir de la Catedral puso a prueba la coordinación y la fuerza de quienes lo cargaban, al tener que forzar al máximo los brazos para mantener la efigie en equilibrio.

Bajo la presidencia del obispo de Albacete, Ángel Fernández, y de la Junta de Cofradías de Semana Santa de Albacete, la procesión bajó hasta Martínez Villena y, tras ésta, siguió por la calle Rosario hasta llegar al cruce con la calle Caba.

Durante el recorrido por Rosario, todo el centro se contagió del redoble de los tambores que acompañaban a Jesús, como un rumor firme y grave que retumbaba por el Altozano, Mayor, Concepción y se extendía por Marqués de Molins, casi desierta.

Al llegar al cruce con Caba, junto a Villacerrada, una multitud aguardaba. Era tan grande, que en las sinuosas rampas y escaleras que suben hasta la Plaza de la Mancha apenas cabía un alfiler, llenas de fieles ansiosos por captar una imagen del paso.

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