Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Rebajas y zarandajas

03/10/2022

Gobernar en España se está convirtiendo en una tarea tan ardua, que nada tendría de extraño, y ojalá me equivoque, que de seguir así las cosas, en dos o tres años pudiéramos tener a nuestra Meloni en La Moncloa. Tal es el grado de confusión imperante y tal la degradación de la política, que la irritación impera por doquier: en la calle, en las fábricas, en las aulas y, especialmente, en los medios.
Lo ocurrido con el nuevo califa andaluz, el señor Juanma Moreno Bonilla, utilizado como palanca de Núñez Feijóo para desactivar a la papisa madrileña, la señora Ayuso, ha resultado una jugada maestra de tales dimensiones, que este hombre retraído y prudente de por sí, hoy jueves parecía haber crecido –tal es el efecto de la vanidad–. Su idea demagógica, dentro del paradigma del ideario de Ayuso, de suprimir el famoso 'impuesto de sucesión' –actuación a la irlandesa– con el descarado y declarado objetivo de atraerse al empresariado catalán, vasco y del color que sea, ha provocado un alud de rebajas impositivas que incluso ha afectado al Gobierno de Sánchez, que en una de sus fintas a que nos tiene acostumbrados, improvisando y moviendo la  agenda en un sentido u otro, al albur de los hechos consumados, ha decidido echar una mano a los mileuristas a costa de los 'célebres ricos', dejando una vez más a la clase media abandonada a su suerte, con esa tremenda pérdida de poder adquisitivo que viene sufriendo (y no digamos aquellos que tienen una hipoteca de interés variable, que ya andan buscando una cuerda sólida con la que ahorcarse).
El efecto invernadero ocasionado es de consideración, al punto que una vez más se pone en evidencia el juego de los partidos, su preocupación por los votos –única cosa que parece preocuparles– y el caos generalizado desde el momento en que la presidente de la Comunidad de Madrid, teledirigida por Miguel Ángel Rodríguez, hizo profesión de martillo de herejes, comportándose como si Madrid fuera un Estado más de la Unión, y consagrando todas sus energías a decir y realizar lo contrario que el presidente Sánchez, obligado éste a hacer a diario encaje de bolillos frente a la derecha y a sus propios compañeros de coalición; todos ellos a lo que sacan con sus dentelladas. Y pensando, todos sin excepción –y hasta puede que tengan razón–, que el pueblo es algo dúctil, maleable y hasta manejable. De ahí ese juego indigno. Como si fuera preciso haber estudiado en Harvard para no darse cuenta de que lo que aseguran que las familias se van a ahorrar en impuestos, no se lo van a sacar por otro lado. A ver, si no, cómo vamos a mantener a esa caterva de asesores, consejeros, turiferarios, guardaespaldas y pretorianos.
¿No sería más honesto, e incluso más efectivo, suprimir a toda esa bazofia, atacar de frente el fraude fiscal, la economía sumergida, además de lanzarse de una vez a la reforma administrativa? ¿Cómo no acordarse de aquellos galeones de nuestra tristemente célebre 'armada invencible' que cayeron como dinosaurios, víctimas de su falta de maniobrabilidad en aguas turbulentas? La administración española, desde la instauración de la democracia, se ha convertido en un panzer cada vez más difícil de gobernar y de mover. Urge, y de qué modo, una reforma fiscal de calado. Urge, y de qué modo, aliviar a la clase media española, que languidece y muere harta de soportar la peor parte del peso del Estado. Urge y de qué modo, meter mano a las grandes empresas que sin cesar se escaquean tras las pantallas de las pequeñas. Urge y de qué modo, gravar los artículos suntuarios y de lujo, para de ese modo aliviar a los básicos. Urge y de qué modo definir el concepto de riqueza, aligerar los impuestos a las rentas del trabajo y apretarle las tuercas a las del capital.
Estamos hasta el cuero cabelludo de improvisaciones, de gestos aleatorios y de tanta zarandaja. Falta eficacia y sobra partidismo. Falta honradez, e incluso patriotismo, y sobra populismo populachero y barato. Y falta, sobre todo, lealtad y espíritu de sacrificio. A veces me da la ventolera de pensar que estamos, Dios nos libre, en el reinado de Witiza.