La Organización Mundial de la Salud (OMS) celebra hoy su 75º aniversario tres años después de haberse convertido en la agencia más mediática del sistema de las Naciones Unidas debido a la crisis sanitaria internacional causada por la COVID-19.
La idea de una reunión global de países en torno a la salud pública se remonta a 1851, cuando se celebró la primera Conferencia Internacional Sanitaria en París con el tema central de la respuesta ante el cólera.
En total, se celebraron catorce cumbres sanitarias más hasta que en 1945, justo después del fin de la Segunda Guerra Mundial, las delegaciones de Brasil y de China en la Conferencia de San Francisco insistieron en la necesidad de conformar un organismo sanitario global.
Tras varios años de negociaciones, los países miembros de la ONU acordaron en 1948 constituir la OMS para "reconocer el derecho a la salud como un derecho humano fundamental y para garantizar la paz y la seguridad global".
El primer director general de la organización, que estableció su sede en Ginebra (Suiza), fue el canadiense Brock Chisholm.
Pero no sería hasta 1980 cuando la OMS consiguió su mayor éxito histórico al conseguir erradicar la viruela en todo el mundo gracias a un gran plan de inmunización en el que colaboraron Estados Unidos y la Unión Soviética, potencias enfrentadas en ese momento.
Un órgano sanitario global
La Asamblea Mundial de la Salud es el principal órgano de la OMS, cuenta con 194 Estados miembros y reúne cada mes de mayo por casi dos semanas en Ginebra a los ministros de Salud de todos éstos.
Por debajo está el Consejo Ejecutivo, una instancia que prepara la agenda de la Asamblea y que se encarga de implementar sus decisiones. Esta formada por 34 expertos en salud designados por un Estado miembro para un mandato de tres años.
El liderazgo personal de la OMS lo asume el director general, elegido en la Asamblea Mundial por cinco años. Sólo una reelección es posible.
La OMS cuenta con seis oficinas regionales en Brazzaville (África), Copenhague (Europa), Nueva Delhi (Sudeste Asiático), El Cairo (Mediterráneo Oriental), Manila (Pacífico Occidental) y Washington D.C. (América), y con más de 150 oficinas nacionales en otros países.
La financiación de la OMS corre a cargo de los países miembros y de donantes privados, siendo Estados Unidos (15,1%), Alemania (10,5%) y la Comisión Europea (7,9%) los que más contribuyen.
Entre las organizaciones privada que participan en el presupuesto de la agencia destaca la Fundación Bill y Melinda Gates (12,5%). También es considerable el aporte de la alianza público-privada para las vacunas GAVI (7,6%) y del club Rotary International (2,38%).
Según su propia Constitución, la agencia se encarga de colaborar con los Estados miembros, la sociedad civil, las instituciones académicas y el sector privado en la elaboración y aplicación de planes sanitarios.
En el caso de las enfermedades no transmisibles (cardiopatías, cáncer, diabetes o enfermedades mentales), la OMS se encarga de promocionar la vida saludable, lo que incluye alertar sobre los riesgos ambientales y de estilos de vida para la salud.
En lo que se refiere a las enfermedades transmisibles, la OMS tiene la potestad de convertirse en el coordinador global de la vigilancia sanitaria en virtud del Reglamento Sanitario Internacional.
La era de las emergencias mundiales
La última modificación de esa normativa entró en vigor en 2007 y con ella la posibilidad de que la OMS declare como emergencias de salud pública de importancia internacional aquellos eventos que puedan constituir un riesgo para la salud global y que requieran de una acción coordinada.
La organización ha declarado siete emergencias de este tipo en catorce años: la del virus H1N1, de la polio, el brote de ébola en África Occidental, del virus del zika, del brote de ébola en la República Democrática del Congo, de la covid-19 y de la viruela del mono.
De todas las anteriores sólo continúan en vigor las de la polio, desde 2014; de la COVID-19, desde inicios de 2020; y la mpox, desde julio de 2022.
La segunda ha sido el mayor reto que se ha tenido que enfrentar la OMS en sus tres primeros cuartos de siglo.
A lo largo de esta emergencia, la OMS se enfrentó a las críticas del entonces presidente de EEUU, Donald Trump, que acusó a la OMS y a su actual director general, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus, de complicidad con China y afirmó que la organización había proporcionado "recomendaciones equivocadas" a los países.
Trump llegó incluso a intentar que su país abandonase la OMS y dejase de contribuir económicamente con ésa, pero finalmente su sucesor, Joe Biden, desestimó la idea.
Otros reproches habituales a la OMS han sido su falta de transparencia y su alta burocratización.
En los últimos años, la OMS también ha tenido que sortear escándalos sexuales de sus propios empleados y dudas sobre su imparcialidad con algunos países.