La enésima DANA que atraviesa Albacete arrasa Cilanco

E.F
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La pequeña pedanía de Villatoya registra un nivel de daños sin precedentes tras el paso de un pedrisco que afectó a casas, carreteras, cultivos y bosques

Un vecino muestra el enorme agujero que dejó la DANA en su tejado. - Foto: R.S.

Esta mañana, en Cilanco reinaba un estruendoso silencio. Lo único que se podía oír era el sonido del caminar de los vecinos, porque cada paso que daban crujía sobre una capa de desechos que cubría el suelo, formada por restos de tejas, cristales, hielo y púas de pino.

Los pocos vecinos que salían de las casas se movían casi sin decir palabra. Hasta los perros ladraban bajito, temerosos, anonadados como sus amos al ver el estado de las casas, las calles, las aceras, los postes de la luz, de todo, después del paso de la enésima DANA de este año.

"Cayó a eso de las cuatro y media, sin avisar", relataba una vecina junto a su coche, con las lunas y la chapa hechas añicos, como si les hubiesen atizado con grandes mazos, "y al principio no fue lluvia, el agua vino después; empezó con piedra, y no fue como pelotas de golf o de ping-pong".

La señora arquea sus manos para dar una idea del tamaño del pedrisco que cayó el domingo sobre esta pedanía de Villatoya. La forma y el tamaño que definen sus dedos se corresponden más bien con los de un balón de balonmano. Podría parecer una exageración, pero la alcaldesa da fe de ello.

"La única buena noticia es que no hemos tenido ninguna desgracia personal", relata Llanos Sánchez mientras recorre Cilanco, "pero los daños materiales son inmensos; hay daños en los tejados, las casas, los vehículos, los postes de la luz, la red viaria, y en el campo, para qué contar".

En el campo, camino de Cilanco por una carretera que se ha vuelto de color verde, se ven pinos limpios, sin púas y no unos pocos, los hay a centenares. Hay vides centenarias, altas como pequeños árboles, con la madera dura como el acero y los troncos llenos de cicatrices.

"Lo que no se hubiese recogido hasta el día de ayer, ya no se recoge nunca, perdido", explica la alcaldesa desde lo alto de un pequeño mirador que domina las huertas, que más que terrenos de cultivo parecen campos de batalla "y ahora toca correr para estimar los daños".

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