Julia Navarro

ESCAÑO CERO

Julia Navarro

Periodista y escritora


Una necesidad

03/05/2023

Una vez celebrado el 1 de mayo cabe hacer algunas reflexiones y preguntarse si los sindicatos más representativos de nuestro país, CCOO y UGT, cumplen como deberían su función de defensa de los intereses de los trabajadores.

Hago esta reflexión porque la realidad es que las manifestaciones no fueron ni mucho menos numerosas, como si se hubiera producido un divorcio sutil entre las cúpulas de los sindicatos y los trabajadores y, en mi opinión, ese divorcio es una mala noticia.

Sin duda muchas de las reivindicaciones que se han hecho este 1 de mayo son tan necesarias como urgentes. Los ciudadanos hemos visto como día a día han aumentado los precios, sobre todo la cesta de la compra, o como estamos echando mano de los ahorros para llegar a fin de mes o poder pagar la hipoteca. Pero además de mirar hacia los empresarios pidiendo una subida salarial lo curioso es que al Gobierno no se le exige nada.

No es que piense que es mejor la política de la confrontación, pero si analizamos el papel de los sindicatos en los últimos años, lo cierto es que parecen más una prolongación del Gobierno que organizaciones independientes del Gobierno.

Son escasas las ocasiones en que han manifestado alguna discrepancia con el Gobierno lo cual presupone que creen que no tienen nada que reivindicar. Incluso se han alineado con la mayoría de las políticas de Pedro Sánchez, incluidas las territoriales, poniéndose de perfil ante los problemas derivados del llamado procés, que no fue otra cosa que un intento de "golpe" contra el sistema constitucional.

Tengo la impresión de que los sindicatos hoy no están tan cerca de los trabajadores como debieran, de ahí que muchos no se sientan representados por ellos, lo cual provoca una disfunción del sistema, porque para que nuestra democracia funcione afinada se necesitan unos sindicatos fuertes y no correas de transmisión del Gobierno, que eso es lo que parecen ser al día de hoy.

Los responsables sindicales también deberían empezar a modificar algunos postulados y exigir que las políticas de empleo sean eficaces y para ello que funcionen, porque en la actualidad no funcionan como deberían las oficinas del Servicio Público de Empleo. Sin olvidar que habría que revisar que quien reciba una prestación por desempleo no pueda negarse cuantas veces quiera a aceptar el empleo que se le ofrece y que por supuesto debe de estar dentro de los parámetros de la formación y capacidades del parado.

En el Estado del bienestar ningún ciudadano debe de quedarse al pairo si pierde su empleo, y por tanto debe de contar con prestaciones que le permitan vivir dignamente, pero al mismo tiempo hay que marcar límites para recibir esa prestación en caso de que se le requiera para un trabajo y se rechace.

De estas y otras cuestiones se deberían ocupar los sindicatos, porque, por ejemplo, han sido los colectivos de las empleadas del hogar las que han logrado un reconocimiento laboral y unos derechos. Y lo han hecho solas, sin que los sindicatos hayan tenido una participación determinante.

En definitiva los sindicatos se han convertido en maquinarias burocráticas pesadas y cada vez están menos a pie de calle.

Sin dudas es mejor negociar y llegar a acuerdos que la confrontación pero lo que no puede ser es que CCOO y UGT parezcan un ministerio más del Gobierno.