Mariah Lover, la primera Latin Queen

Jose F. Sánchez (EFE)
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Después de pasar por la cárcel, esta ex 'reina' de los Latin King ayuda a investigar a las bandas poniendo el foco en qué lleva a un chaval a salir a la calle con un machete para apuñalar a otro

Mariah Lover, la primera Latin Queen - Foto: J.P.GANDUL

En una organización prácticamente integrada en su totalidad por hombres, Mariah Oliver (Madrid, 1982) estuvo en lo más alto al convertirse en la primera latin queen en España, es decir, la primera mujer que formó parte de una banda juvenil. Después de pasar por la cárcel y sufrir un periplo judicial de más de una década, ahora aporta su experiencia a una investigación sobre estos grupos en ciudades como Madrid, donde se necesita «una tregua» que solo puede alcanzarse con la «mediación».

En una entrevista en las mesas grafiteadas del Parque del Oeste de la capital, Oliver, que fue condenada por pertenencia al grupo en el primer golpe contra la cúpula de los Latin King en el país, destaca que las bandas son ahora «una moda» de la que quieren formar parte adolescentes cada vez más jóvenes.

Aunque continúa preguntándose por las decisiones o factores que la llevaron hace años a unirse a la causa de aquellos «chavales ecuatorianos» que eran la novedad en su pueblo de la sierra de Madrid, asegura que uno de los principales factores de riesgo en la actualidad, además de la desatención de los menores, es la «ausencia de pensamiento crítico» que se agudiza entre ellos como consecuencia del «autoritarismo» ejercido por los padres durante la infancia.

«Si no permitimos que nuestros hijos nos discutan, estamos educando a chavales fácilmente maleables para que después llegue otra persona que también les da órdenes y a la que tampoco van a discutir», incide Oliver, que acaba de lanzar su libro Latin Queen, en el que relata y reflexiona sobre su paso por el grupo y cómo terminó condicionando su vida.

Esa experiencia le condujo hasta el proyecto Transgang, una investigación en el ámbito universitario donde ha participado analizando la huella de las bandas juveniles en 12 ciudades diferentes, entre ellas Madrid, «un caso de fracaso» para el que propone, en primera instancia, la «mediación» con el objetivo de alcanzar «una tregua» que frene la escalada de violencia, con seis crímenes de este tipo el pasado año.

Más acción política

Preguntada por el cierre sin conclusiones de la Comisión de estudio sobre bandas juveniles en la Asamblea de Madrid, en la que ella misma participó, subraya que le parece «lamentable» que el trabajo y la intervención de numerosos expertos haya caído en saco roto. «Es inviable que le paguemos el sueldo a unas personas que no son capaces de ponerse de acuerdo después de meses de comisión, ni siquiera de sacar una conclusión», afirma.

Se refiere a la clase política, a la que también reprocha que «el problema» les parezca «lo de menos» y lo utilicen como una carta más para sacar «rédito electoral».

Oliver dice que «está todo por hacer» por parte de las administraciones, pero que «la rueda ya está inventada» por las asociaciones vecinales, de barrio y los grupos de educadores y trabajadores sociales, ya que «saben lo que funciona», pero necesitan que se les escuche y se les dote de mayores recursos.

«En vez de destinar una gran cantidad de dinero a un plan antibandas -el que puso en marcha la Delegación del Gobierno en Madrid-, vamos a invertir esos recursos en investigar qué se está haciendo en los barrios para ponerlo en común», propone la mujer, que hace hincapié en la necesidad de «trabajar de abajo hacia arriba».

Visibilizar el problema

Para alcanzar esa tregua en ciudades «calientes» como Madrid, Oliver resalta la «implicación de toda la sociedad» como uno de los ingredientes clave en la búsqueda de ese escenario pacífico.

Así, señala a los medios de comunicación como un actor importante que hasta ahora «ha sido parte del problema» al querer «simplificar» la cuestión de las bandas a una «lucha de territorios o de colores», que es lo que realmente acaba atrayendo a los adolescentes como una «moda» más.

Por ello, pide que se reflexione acerca de las carencias sociales, de la desatención familiar de los menores, de masculinidades en estos grupos o de alternativas de educación, de violencia, entre otros asuntos. «Debemos ampliar el foco y empezar a visibilizar aquello que lleva a un chaval a pensar que lo mejor que puede hacer es salir a la calle con un machete para apuñalar a otro», sentencia.

Solo así, según Oliver, se detendrá la violencia en Madrid, algo que ya se ha conseguido en otras zonas «mucho más conflictivas».