Parece inminente el retorno del emérito a Sanxenxo, así se anuncia ya como un reestreno de la taquillera comedia que se estrenó hace aproximadamente un año y que, al parecer, como el don Juan Tenorio de Zorrilla, es como si se quisiera institucionalizar en las carteleras en unas tradicionales fechas anuales. Por supuesto que el que fuera Rey y anterior jefe del Estado puede ir a donde quiera y salir o entrar del que sigue siendo su país, en el que gobernó a sus anchas durante casi 40 años y en el, que se sepa, ni se le ha prohibido nada ni a nada se le obliga, al margen de los acuerdos que en el seno de la Casa Real tengan padre e hijo, es decir Juan Carlos I y Felipe VI, quienes son los únicos que tienen la respuesta a las preguntas que muchos españoles se harán y que previsiblemente quedarán sin contestación.
Son esas cuestiones que quedarán flotando en la entelequia, las que en nada benefician a la institución monárquica y las que propician el escenario y decorado sobre el que se monta la función para seguir orquestando el espectáculo en el que el espectador es tratado como ingenuo o directamente tonto. ¿Veremos la misma obra que ya se representó en su día? La clave está en la libertad de la que el protagonista puede hacer gala, se salga o no del guión previsto y si realmente Juan Carlos puede venir a España cuando quiera y como quiera o sigue en su dorado exilio en Abu Dabi entre otras cosas para, de paso, no tener que rendir cuentas con el fisco español. Lo cierto es que nadie impide la vuelta a España del emérito, como nadie le obliga a que siga en Abu Dabi. ¿O sí? Lo que no parece muy recomendable es otro espectáculo en Sanxenxo.