Antes de empezar la campaña electoral, el ambiente político estuvo un tanto enrarecido. La precampaña fue extraña. Los políticos arremetieron contra los contrarios sin miramientos y no se guardaron nada para las jornadas posteriores, para cuando la lucha por el voto estuviera ya más que abierta. La campaña ha sido sucia y ha dejado entrever las costuras del sistema democrático, lo que nos tiene que hacer reflexionar sobre los posibles cambios legislativos para adecuar la democracia a los nuevos tiempos que corren.
En Melilla o en Andalucía, la compra de votos hizo saltar todas las alarmas. Después de 40 años de democracia, la sociedad española bajó la guardia en cuanto a  la vigilancia del sistema que hizo posible una de las mayores épocas de desarrollo y prosperidad del país y esta circunstancia provocó que individuos enemigos de la democracia se hayan colado por la gatera y, cual caballo de Troya, pongan cargas de dinamita en los pilares del sistema y también de la convivencia. Y están a punto de hacerlas estallar sin que nadie se dé cuenta de la gravedad de la situación.
Es necesario que toda la sociedad, no sólo la clase política, llegue a un acuerdo para regenerar la democracia y evitar que casos tan flagrantes como la compra de votos no sólo que no se vuelvan a producir, sino que no quede ni un resquicio para intentarlo.
Hoy más que nunca debemos acudir a los colegios electorales para ejercer nuestro derecho al voto, el mismo por el que muchos dieron sus vidas y otros lo persiguieron durante años. No debemos trivializarlo, porque es uno de los pilares sobre los que se sustenta nuestra convivencia y nuestra libertad. No lo olvidemos.