Inmuebles que buscan tener vida

Nani García/Redacción
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El edificio Legorburo, cuya construcción se inició en 1935, fue ferretería, papelería y juguetería durante décadas hasta que cerró sus puertas

Inmuebles que buscan tener vida - Foto: Rubén Serrallé

La construcción del edificio Legorburo, ubicado en la confluencia de las llamadas cuatro esquinas, entre la calle Mayor y Marqués de Molins, fue encargada en 1932, recibiendo la licencia de obras tres años más tarde, aunque la estructura quedó paralizada por la Guerra Civil y no se volvió a retomar hasta 1946.

Este inmueble se proyectó en la época en la que Buenaventura Ferrando Castells construyó el Pasaje Lodares (1925) y Julio Carrilero Prat hizo lo propio con el Chalet Fontecha y el Teatro Capitol en la capital albacetense. 

Legorburo fue una ferretería, papelería y juguetería durante décadas, pero desde que cerró sus puertas se mantiene sin actividad, siendo varias las compañías de restauración y comercio textil que se han interesado por la planta baja del inmueble, debido a su excepcional ubicación, aunque ninguna de ellas llegó a buen término.

El edificio Legorburo lo diseñaron Baldomero Pérez Villena y José Luis García Pellicer. Son 466 metros cuadrados con seis plantas destinadas a viviendas y oficinas y, la entreplanta, la planta baja y el sótano, a comercio. Como curiosidad, cabe resaltar que la fachada actual no se corresponde con el proyecto inicial, pues el material con el que se construyó fue el más económico, cuando se iba a hacer de mármol, acero y vidrio. 

movimientos. Bebe de varios movimientos, del Modernismo, del Déco y del Expresionismo y, desde 2012, Legorburo luce una placa que le acredita como incluido en el Registro Docomomo Ibérico, un fondo de Documentación y Conservación de la arquitectura y el urbanismo del Movimiento Moderno. 

Este inmueble culmina la renovación urbana que vivió Albacete en los años 20, impulsada por el fuerte crecimiento económico que propició la industrialización y el empuje comercial de la ciudad. Según reza en la memoria de Docomomo, «es un compendio afortunado entre las nuevas figuraciones visuales y las transformaciones urbanas abiertas en la década precedente».

Además, tal y como detalla la arquitecta Elia Gutiérrez Mozo, Legorburo es «paradigma del más depurado racionalismo, rotundo, pero discreto, representa en Albacete, en el cruce de la calle Ancha, nuevo eje burgués, con una calle histórica y mirando hacia el Parque, lo que el Edificio Capitol en la Gran Vía madrileña». El proyecto fue resultado de un concurso convocado por la propiedad, en 1935, a través del Colegio de Arquitectos de Valencia, «lo cual llama poderosamente la atención sobre el procedimiento del encargo y sobre el proceder de los promotores», añadía la arquitecta, señalando que su construcción arrancó a finales de 1935, «quedando paralizada por la guerra y sobreviviendo a continuación a base de reinventarse hasta 1946 en que se concluye».

«El edificio Legorburo es un magnífico exponente de la idea corbuseriana de la arquitectura como juego sabio y soberbio de los volúmenes bajo la luz pues es la plasticidad de sus cuerpos, muy matizados, la que le confiere su fuerza y elegancia casi mendelsohnianas», escribió Elia Gutiérrez, manifestando que «estos cuerpos, acusados por sus respectivos planos, son tres: el principal y de mayor vuelo de los pisos, que resuelve la esquina en curva así como las transiciones con ésta y con las medianeras; el del bajo que, ajustándose a la alineación oficial, emerge sobre el principal en la esquina, como un faro que iluminara la ciudad con su linterna; y el de transición entre ambos, de vuelo intermedio, en el entresuelo y sobreático, flancos de la torre y medianeras».