Los testigos definen a la víctima como "muy confiada"

Josechu Guillamón
-

Familiares y amigos coincidieron al señalar que la vendedora de la ONCE era una persona «muy vulnerable» por su discapacidad y por su personalidad, que varios definieron en su declaración como la de una niña

Imagen de la Policía Nacional en la casa del acusado, donde se encontró el cadáver de María Isabel de la Rosa. - Foto: Rubén Serrallé

Durante la jornada de ayer fueron varios los testigos que testificaron en la vista, aunque las declaraciones más emotivas fueron, sin duda, las de sus padres y sus hermanos. 

El padre, que fue el primero de los familiares en intervenir, manifestó que aquel 19 de agosto, María Isabel no había regresado a casa, por lo que comenzaron a llamarla por teléfono, pero no contestaba. Además comprobaron que no había usado el whatsapp desde las cuatro o las cinco de la tarde.

Preocupados, comenzaron a llamar a los bares a los que ella solía ir a vender cupones, por si se había retrasado, pero no se encontraba en ninguno de ellos. 

Ya desesperados por su desaparición, acudieron a Urgencias, por si había sufrido un accidente, pero allí no estaba. El padre regresó a casa, pero volvió a ir a Urgencias más tarde, sin lograr obtener ninguna pista del paradero de su hija. 

Ante esta situación, la familia puso denuncia por su desaparición en Comisaría, el 20 de agosto por la mañana.

El progenitor también manifestó que su hija tenía un 70% de minusvalía, porque tenía una hemiplejía en el lado derecho, lo que hacía que tuviera una cojera y que la mano derecha la usara con dificultad. De hecho el padre señaló que tenían que ayudarla a peinarse y la madre manifestó que aunque podía vestirse sola, ella tenía que ayudarla a ducharse. El padre también dijo que su discapacidad le afectaba a la inteligencia.

Desgarrador. En cualquier caso, la declaración más desgarradora fue la de la madre de la fallecida, que entró en la sala llorando. «Mi hija era muy buena, me ha partido la vida entera», señaló.

También manifestó que «se llevaba bien con todo el mundo, era un encanto de niña, estaba muy contenta de trabajar en la ONCE».

La madre, que también explicó las dificultades que su hija tenía a causa de la minusvalía, afirmó que desde su muerte se encontraba muy mal psicológicamente. «Yo ahora voy al psicólogo y tomo pastillas, pero aún así no me puedo controlar, es muy duro, no lo voy a poder asimilar nunca».

Al igual que los padres de la víctima, su hermana también insistió en que María Isabel era muy confiada. «Ella era como una niña, extremadamente confiada, no pensaba que nadie actuara de mala fe. Ella pensaba que todo el mundo era bueno y cualquiera que le hablara con una sonrisa o amablemente, podía conseguir lo que quisiera de ella, no tenía malicia».

La hermana manifestaba también que ser tan confiada la convertía en alguien vulnerable. «Era una persona vulnerable, era como una niña, una persona inmadura para su edad, la cual nunca pensaba que alguien obrase de mala fe o pudiera tener un fin oculto, eso la convertía en una persona totalmente vulnerable».

Además reiteró que tenía una inteligencia límite y dificultad para expresarse, sin olvidar sus dificultades a la hora de caminar y de utilizar su mano derecha.

Por último, también señaló que sus padres habían estado en su casa la tarde en la que desapareció su hermana, porque habían ido a ver a  la niña a la que había dado a luz hacía un mes. «Era un momento bonito de mi vida y en un instante se convirtió en una pesadilla».

Más información en la edición impresa y en la APP de La Tribuna de Albacete https://latribunadealbacete.promecal.es 

ARCHIVADO EN: Discapacidad, ONCE, Niños