¿Qué ocurre con la tuberculosis bovina?

SPC
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Lo acaecido en Salamanca en las últimas semanas ha sacado a la palestra una enfermedad con la que muchos ganaderos españoles tienen que luchar diariamente

Un veterinario analiza la posible reacción cutánea en la prueba que busca esta enfermedad. - Foto: M.H.

Las primeras actuaciones de lucha frente a la tuberculosis bovina se inician en España a principios de los años 50. En 1965 se establece un Plan Nacional de Lucha contra la tuberculosis y la brucelosis bovinas, centrado en los principales núcleos de vacuno lechero del norte y centro de España. Tras la entrada de nuestro país en la CEE, en 1987, España presenta un Programa de Erradicación Acelerada obligado por las normas comunitarias. A día de hoy, la enfermedad sigue estando presente en España, sobre todo en la zona suroeste.

La Junta de Castilla y León explica que es una enfermedad crónica, de desarrollo lento, que no suele manifestar síntomas aparentes. Es decir, pueden existir animales que tengan la enfermedad y la puedan contagiar a otros pero den resultado de diagnóstico negativo. La padecen los animales, tanto domésticos (vacas y cabras, principalmente) como silvestres, y las personas. Las principales vías de contagio a los humanos son a través del aire por inhalación o por consumo de leche no pasteurizada, aunque no se trata de algo preocupante porque los casos anuales en todo el país rondan la treintena, casi siempre entre ganaderos y matarifes.

La principal vía de contagio para el ganado es el contacto con la fauna silvestre, por eso en Salamanca, una provincia con mucha ganadería extensiva, la prevalencia es alta (lo mismo que ocurre en Extremadura o el oeste de Andalucía). El problema es que, una vez infectada una vaca, los movimientos entre explotaciones, el solapamiento de rebaños en los mismos pastos y el contacto entre ejemplares de la misma explotación, junto con la ausencia de síntomas visibles en algunos casos, provoca que se pueda expandir con facilidad.

Al contrario de lo que ocurrió con la viruela ovina y caprina en Castilla-La Mancha hace unos meses, la aparición de algún caso no implica el vaciado sanitario (sacrificio de todo el rebaño), pero sí puede provocar restricciones a la hora de mover el ganado (además de enviar al matadero a las cabezas infectadas). Por esta causa, Ministerio y Junta de Castilla y León han estado peleando en las últimas fechas con el resultado de siempre: los perjudicados son los ganaderos. Los más afectados, apoyados por algunas organizaciones agrarias y por el Gobierno castellanoleonés, piden relajar la normativa porque entienden que, tras años de controles, ya no se conseguirán más avances; por otra parte, los veterinarios, el Ejecutivo central y la Unión Europea ven un peligro para la sanidad animal e incluso para la salud pública.

El investigador y experto en tuberculosis del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC) de la Universidad de Castilla-La Mancha, Christian Gortázar, explica algunos de los interrogantes surgidos a raíz de los sucesos. Según cuenta, el 1,48% de los rebaños españoles da algún positivo a la tuberculosis bovina (datos 2022), un porcentaje con ligeros incrementos y bajadas desde hace años pero muy alejado del 10% que se rondaba a finales de la década de los 80 del siglo pasado. Gortázar señala que País Vasco, Galicia, Asturias, Murcia, Cataluña y los dos archipiélagos están libres oficialmente de esta enfermedad y, en cambio, la principal incidencia se encuentra en toda Extremadura y en comarcas de Sevilla, Córdoba, Málaga, Cádiz, Jaén, Huelva, Salamanca, Ávila, Segovia, Madrid, Ciudad Real, Toledo y Guadalajara.

El experto del IREC señala que la relajación de la normas supone un peligro de propagación de la enfermedad hacia zonas con baja o nula incidencia y, por lo tanto, la posibilidad de afectar a algunas de ese 98% de granjas sin positivos. Los ganaderos aducen que se da un número muy elevado de falsos positivos en las pruebas hechas a los animales, pero Gortázar afirma que no hay datos que confirmen esos supuestos falsos positivos porque cuando una res es enviada a matadero por dar positivo en la granja no se confirma con ningún otro análisis, más allá de la inspección visual de la canal por parte del veterinario del matadero.

El problema está en que hay ganado positivo que llega al matadero sin haber desarrollado aún lesiones visibles de la enfermedad y eso lleva a pensar al ganadero que esa cabeza de ganado no estaba infectada, según el experto. Además incide en que, aunque la prueba pueda ser «anticuada», ha demostrado su validez para erradicar la enfermedad en zonas como Australia, Estados Unidos o «muchos» países europeos. Es algo rudimentaria (una inyección intradérmica de antígeno de la bacteria para analizar la reacción cutánea), pero es que esta bacteria «es muy especial» porque genera pocos anticuerpos en sus fases iniciales, por lo que es difícilmente detectable con una analítica de sangre al uso.

Gortázar dice que hay vacuna disponible, pero que en la Unión Europea se desaconseja porque, aparte de que no tiene efectividad plena («no es una bala de plata») el problema deriva en que en un saneamiento de vacas darían positivo tanto las infectadas como las vacunadas, sin posibilidad, por el momento, de distinguir entre unas y otras, aunque hay investigaciones científicas en Reino Unido que están tratando de conseguirlo. A día de hoy, el ganadero puede reducir las posibilidades de contagio en su ganado con medidas preventivas como mallados para evitar la entrada de fauna salvaje en su explotación y todas aquellas acciones de bioseguridad para que los contactos entre animales silvestres y domésticos no sean frecuentes.