Como si en este país no hubiera otros problemas que la Fiesta de los Toros, cuando los vientos de fronda agitan la cebada, los partidos políticos de izquierdas comienzan a darle lapos al toreo, como en el chiste en el que Jaimito decía «mi hermana me ha pegado, para que se fastidie no como». 
Hasta el punto de que incluso la vecina Francia nos está dando lecciones de seriedad al respecto. Ahí está paralizada por el Parlamento galo, la intención del diputado Carón de prohibir las corridas de toros en Francia, mientras aquí continúa el zancadilleo a nuestra Fiesta Nacional, buscando todos los recovecos para darle matarile si ello fuera factible. 
No importa que la izquierda, la derecha y el centro estén más liados que el testamento de una loca, lo que urge es distraer al personal respecto a los problemas reales del país que no son pocos ni baladíes. Y utilizan el toreo como tronco del pagadero porque no han encontrado algo más a mano. Queda patente la ignorancia, o la mala fe, de determinada clase política respecto a nuestra realidad histórica. Porque por mucho que se empeñen en retorcer la historia, no hubo jamás una España taurina de derechas y otra de izquierdas y antitaurina. Rafael Alberti hizo el paseíllo en Pontevedra vestido de luces con la cuadrilla de Sánchez Mejías, y García Lorca y Miguel Hernández eran aficionados a los toros. 
Y políticos de la izquierda actual como Fernando Ledesma (ministro de Justicia con Felipe González), María Aurelia Capmany (concejal del Ayuntamiento de Barcelona con Maragall), y don Ramón Rubial, presidente del PSOE durante los primeros años del posfranquismo, así como muchos notables del socialismo y del comunismo, no han ocultado su afición a los toros en la nueva democracia… ¿Quo vadis, Sánchez? ¿No veis que estáis haciendo pipí fuera del tiesto…?