Adiós a las Pascuas

A.M.
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Cientos de personas acuden a la tradicional fiesta de San Antón, una de las más antiguas de la capital, donde la costumbre es bendecir a los animales, visitar a los ancianos y comer dátiles, obleas y cidras

El obispo, Ciriaco Benavente, bendijo a las mascotas que se acercaron hasta el asilo de San Antón. - Foto: Arturo Pérez

Aunque el día amaneció con temperaturas gélidas, el hecho de que la jornada cayera en sábado garantizó el éxito, un año más, de una de las tradiciones más antiguas que a día de hoy conserva la capital albacetense: la fiesta de San Antón, una extinta romería  que ha perdido muchas costumbres, pero que mantiene su esencia: la bendición de animales y la venta de dátiles, cidras, obleas y barquillos.

Poco queda de aquellas hogueras que se encendían en los años 60 y 70, de aquellas meriendas de pandillas y de aquellas cuervas que se consumían al abrigo de los puestos que vendían dátiles verdes para secar en casa.

Por fortuna, la tradición de visitar la residencia asilo de San Antón, que gestionan las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, sigue viva y apoyada por los cientos de albacetenses que ayer, a las 11 de la mañana, abarrotaron la capilla del centro para escuchar la homilía del obispo de la Diócesis de Albacete, Ciriaco Benavente.

Los populares puestos de venta ambulante con las típicas obleas y barquillos, junto con algunas churrerías, puestos de dátiles, frutas escarchadas y almibaradas, daban el ambiente festivo a una jornada típica en Albacete, de la que nace el conocido refrán «Hasta San Antón, Pascuas son».

El padre de Pascual Panduro se dedicó durante 60 años a vender cidras y dátiles en San Antón. Ahora su hijo, heredero del puesto, mantiene la tradición, más por romanticismo y amor, que por negocio. Es de los pocos que sigue con la cidra, un cítrico parecido a un limón, cuya molla se suele consumir en ensaladas.

Es de los más antiguos que queda en esta romería y asegura que todo «ha cambiado mucho», viene menos gente que antes». Clientes que conocen a Panduro porque es el castañero de la Avenida de España y que acuden a su parada de San Antón a por cidras y dátiles naturales y adobados. Además, de su puesto cuelgan los típicos dátiles verdes que hay que dejarlos madurar y que sus clientes compran como adorno para sus hogares.

Francisco Vives también lleva sus años en San Antón. Procedente de Elche y productor de dátiles, conoce esta tradición desde que tenía 10 años, «cuando todos estos edificios no estaban construidos y en los solares se encendían las luminarias. Aunque su fuerte también son los dátiles, Vives complementó ayer su puesto con higos secos, nueces peladas y una gran variedad de frutas deshidratadas y confitadas.

De obleas y barquillos también entienden los hermanos López Luján, cuyo puesto justo enfrente de la puerta del asilo de San Antón ponía de relieve lo que fue y sigue siendo este tradicional festejo. Ambos se dedican a la venta ambulante y cada 17 de enero instalan su puesto de obleas procedentes de Valladolid y barquillos elaborados en Casas de Fernando Alonso, en Cuenca.

Aseguran que los albacetenses son «muy tradicionales» a estos productos y, aunque la economía no está muy boyante, «la gente cumple con la costumbre».

Procesión y bendición. De hecho, la costumbre de pasear por la calle principal del asilo de San Antón también pervive, si bien era la puerta principal de la residencia lo que aglutinaba al mayor número de visitantes, la gran mayoría de ellos a la espera de participar en la procesión que tuvo lugar, una vez acabada la misa de Ciriaco Benavente. Fue precisamente el obispo de la Diócesis quien presidió la procesión por el barrio con la imagen de San Antón, portada a hombros y acompañada por el delegado de la Junta en Albacete, Javier Cuenca, y los concejales Francisco Javier Díaz de Prado, María Delicado y Ricardo Lorente.

Como cada año, la música la puso la Banda Sinfónica de Albacete, dirigida por el maestro Francisco Grau, que recibió al santo con el himno de España.

Conforme los minutos fueron pasando, el número de albaceteños iba creciendo a las puertas del asilo, a la espera de una bendición que se produjo sobre la una menos cuarto de la tarde. Un momento muy entrañable, en el que todo tipo de mascotas cobran protagonismo, especialmente, por su gran número, el perro.

Pero si San Antón se ha caracterizado por algo, es por la sorpresiva presencia de mascotas poco habituales, como el erizo africano que llevó Sofía García, que a sus 14 años ya es una «incondicional» de San Antón. De nombre Erik, este erizo africano come alimentos de gato y requiere baños continuos para cuidarles las púas.

También María Sánchez quiso llevar a su tortuga Ramona, una mascota que tiene durante cinco años y, aunque está hibernando, «la he querido traer para que participe en este encuentro de animales tan bonito».

Pero no fueron las únicas. Gatos, periquitos, canarios, distintas y numerosas razas de perros -muchos de ellos muy elegantes con abrigos de lana y hasta bufandas- y hasta un poni no quisieron perderse el agua bendita que reparte el obispo de la Diócesis en esta tradicional fiesta, que se prolongó hasta última hora de la tarde.