«No hay día que no me acuerde de Albacete»

Redacción
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Ciriaco Benavente, obispo emérito de la Diócesis, volvió a la capital para dar una charla sobre la Eucaristía. Sigue activo dando charlas y ejercicios espirituales por toda España

Ciriaco Benavente, obispo emérito de la Diócesis de Albacete. - Foto: MCS

Ciriaco Benavente, obispo emérito de Albacete, estuvo en la capital para dar una charla con motivo del Cincuenta Aniversario de la creación de la Parroquia Nuestra Señora de las Angustias y San Felipe Neri. Han pasado cuatro años desde que dejó Albacete para vivir en Plasencia. Reflexionamos sobre la vivencia actual de la Eucaristía en nuestras parroquias.

Lo primero, ¿cómo se encuentra de vuelta en Albacete?

Bien, gracias a Dios. Contentísimo de estar en Albacete. Volver a encontrarme con tantos amigos. Y con un motivo de alegría, el cincuenta aniversario de la creación de la Parroquia tan querida de las Angustias. 

Viene a dar una charla sobre la importancia de la Eucaristía en la vida de las parroquias.

A veces andamos tan familiarizados con la Eucaristía que acabamos en la rutina, en la inercia. Tenemos que volver a descubrir el estupor y sentir el asombro ante esta realidad tan hermosa. El Papa San Juan Pablo II, en su Encíclica Ecclesia de Eucharistia, recordaba que es el centro de la vida de los cristianos. La Eucaristía hace la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía. Nos alimentamos y nos fortalecemos en ella. 

¿La pandemia ha dejado tocada la vivencia comunitaria de la Eucaristía?

Esto es algo que vemos en todos los sitios. Comunidades que estaban llenas ahora vemos como que ha pasado un tsunami. Este fenómeno parece que ha sido en todos los sitios. Tenemos que hacer una gran ofensiva en las parroquias para que la gente vuelva a recuperar la presencia en la Eucaristía. La comunidad se construye entorno a la Eucaristía. Cuando dejamos la Eucaristía de forma silenciosa, sin darnos cuenta, nos convertimos en cristianos nominales. Este es el paso a la apostasía silenciosa de la que hablaba el Papa Benedicto XVI. 

El gran peligro que tenemos es la desvinculación. Todo queda relativizado e instrumentalizado sobre sí mismo. Tenemos que crear vínculos, crear fraternidad, comunidad. Es la gran aportación del Papa Francisco en la pandemia: crear fraternidad. La pandemia nos tenía que haber hecho descubrir algo que fue evidente, que nos necesitamos unos a otros. Hay problemas que solo podemos solucionar unidos a los demás. Tenemos necesidad de juntarnos, de crecer y caminar juntos. Este es el reto de la sinodalidad.

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