Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


La Tercera España

27/07/2023

Si algo me ha desalentado de las últimas elecciones es que la Tercera España, aquella que salió del abrazo de la Transición, que no era de rojos ni fachas, está languideciendo y de flacucha, da lástima verla. La mejor obra que vieron los siglos en nuestra Historia fenece aplaudida desde las dos orillas, sin posibilidad de redención, sin apenas oxígeno, sin nadie que la cante o la loe a punto de ser enterrada. Los gritos del «no pasarán» que se sintieron en la sede socialista me abrieron las carnes de nuevo contemplando cómo los nietos hacían suyo un lema del Madrid republicano bajo las bombas, pero con las checas a pleno rendimiento y sin piedad. Nos hemos empeñado tanto en esta peli de buenos y malos que hemos cavado trincheras desde ambos lados hasta horadar el río hermoso, grande, fluyente, que habíamos construido todos desde el setenta y ocho. Lo miro, lo veo, lo observo y no lo comprendo. ¡Malditos los que se empeñan en dividir!
Tengo amigos de izquierdas y derechas y a ambos les dejaría mis hijos sin problemas. Podría hablar con unos y otros de cualquier cosa con una sonrisa en los labios y creo que podría incluso debatir de política tranquilamente. Pero ahora se ha vuelto todo más difícil, complicado. Quizá los hunos no se hablasen con los hotros, porque como dice una joven que escuché el otro día, «tenemos la mecha muy corta». Quién se ha encargado de recortar la mecha, de cercenar el cultivo, de quemar los algodonales que germinaron de nuestros brazos tras años, siglos, de enfrentamiento. No concibo la política de bloques, me da urticaria, es algo superior a mis fuerzas, tanto de un lado como de otro. Dónde están los Suárez, Tierno, Carrillo, Bono, Felipe, Fraga y algunos otros dignos sucesores que vieron en ellos el espejo del liderazgo. Lo he escrito varias veces. Ser un líder no es gritar más ni exagerar los ademanes ni agitar a las masas. Todo lo contrario. Un líder es quien de forma natural recorre su camino junto al resto, ofreciéndoles a los demás la posibilidad de cruzar el río de la vida hasta la otra orilla, donde se encuentran y esperan los otros, aquellos que piensan distinto en origen. Sólo así se conforman las grandes mayorías y una sociedad puede crecer y aspirar a ser más alta, más fuerte, más larga. Convenciendo, no venciendo. 
El resultado del domingo, no obstante, me ofrece un rayo de esperanza. Los españoles han votado sabiendo lo que había y han preferido la mentira al miedo. Por eso mismo, Sánchez tiene las manos libres para profundizar en las medidas políticas que tanto hemos criticado, pero que sin embargo, le han dado resultados. Puigdemont vendrá y será indultado como los otros. Pedro no ha pagado por ello; al revés, se lo han premiado. Pero, en el fondo, nos guste más o menos, lo que ha habido es una solución política a lo que hasta ahora era una cuestión judicial.    
La derecha debe mirarse hacia adentro y comprender que su problema es de persuasión, discurso y forma. No estoy de acuerdo en que la altura de pensamiento de la izquierda sea mayor que la de la derecha; la teoría económica lo refuta en tanto que el liberalismo venció al socialismo a la hora de generar prosperidad en las sociedades. Sin embargo, la derecha obvia la dialéctica y la cultura, el darse y gastarse en convencer con argumentos basados en la realidad de los hechos. Uno puede creer que tiene razón, pero no por ello los demás se la darán si no se mezcla, se gasta, se consume con ellos. En eso la izquierda lleva ventaja, por no hablar de la propaganda y el agitprop. Unos y otros, hagan política; pero dejen ya de levantar trincheras. Sus hijos lo agradecerán.

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