Las fake news, noticias falsas, siempre estuvieron ahí, en la información.

Siempre, en periodismo o fuera de él, lo que pasa  es que ahora tienen una repercusión mucho más notable, enorme, por internet y el uso masivo de las redes sociales. 

¿DesaparecióLa labor periodística para contrastar la información?

No, lo que pasa es que el nivel de exigencia ahora es máximo. Yo, a mis redactores, les obligo a confirmar y reconfirmar cada noticia, cada imagen que se publica en las redes. No doy por válido, ni muchísimo menos, todo lo que  llega a través de las redes sociales. Eso nos obliga a los periodistas a ser mucho más escrupulosos a la hora de velar  por la veracidad de las informaciones, porque está en juego nuestra credibilidad, nuestro oficio.  

Ese oficio, con las redes sociales, ¿puede perder sentido o ganarlo?

Las redes sociales nos han facilitado mucho las cosas, accedemos más rápido a muchísima más  información. La desventaja es que podemos dar por válidas informaciones que no tienen valor, están hechas, redactadas y difundidas con un ánimo premeditado de contribuir a intereses espurios que están muy alejados de lo que debería hacer un periodista, que es dar una información veraz. 

Con las redes sociales, los blog, ¿todo el mundo puede sentirse periodista?

Por supuesto, todo el mundo puede acceder, difundir y hablar, pero bueno, estamos ante una oportunidad para dar valor a nuestro trabajo. Nos tenemos que distinguir, ante tanta falsedad, bulo e información perversa. 

Tenemos la oportunidad de erigirnos como fuentes fiables y recuperar el prestigio, aunque desde luego, las noticias falsas no están contribuyendo a mejorar.  

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