Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Puigdemont o el carril central

20/09/2023

Hace ya unos años Emiliano García-Page expresó la idea del «carril central» para referirse a ese espacio por el que debería circular la política española en tiempos especialmente convulsos.  Nada más lejos de la realidad, hoy. Lo del carril central se lo pasan todos por el forro, por la piedra o por donde amargan los pepinos, pero nadie se plantea tal opción.  Si lo de transitar por el carril central es ser 'centrista', el serlo no se referiría tanto a una ideología como a una responsabilidad para momentos delicados, de tránsito, de necesidad imperiosa de acuerdos con los que evitar que el barco se hunda por alguno de sus lados.
¿Estamos hoy en un riesgo de posible naufragio?. Creo que sí, si Pedro Sánchez mantiene su obsesiva voluntad de poder a cualquier precio, como sea, en todo tiempo, a todas horas. Ciertamente la visita de Yolanda Díaz a Carles Puigdemont, una ignominia que rompe el acuerdo de la Transición, según Alfonso Guerra, va en esa dirección. Es obsceno que una persona que es vicepresidenta del Gobierno en funciones, mientras no haya otra sesión de investidura, visite al protagonista principal del mayor golpe contra nuestra convivencia democrática en las últimas décadas, lo visite lisonjeándolo hasta la nausea. El relato lo ha pulido días después, con la absurda teoría, como para niños de teta, de los tres tipos de amnistía. Todo va en la misma dirección de empaquetar lo invendible.  Dice que todo lo que hace o dice es en calidad de representante de Sumar, como si Serrano Suñer hubiera alegado que se entrevistaba con Hitler en calidad de cuñado de Franco y no de ministro de Asuntos Exteriores. Los más puristas ya me estarán tachando de exagerado, manipulador, retorcido. Pero, ¿cuál es la diferencia en términos metodológicos? De acuerdo que Hitler fue un genocida nacionalista y Puigdemont un cobarde nacionalista pero la actitud es exactamente la misma. ¿Qué supuesta razón de Estado lo justifica?No nos escandalicemos, las motivaciones son las mismas por más que cambien los actores y el escenario.  
En el momento actual, que es el que esencialmente nos interesa, lo que hay es un deseo de mantenerse en el poder a toda costa, cueste lo que cueste,  solamente así se puede entender la escandalosa foto  de Bruselas entre una de las principales representantes del gobierno de España y  el prófugo de la Justicia, Puigdemont, por haber intentado unilateralmente romper nuestro Estado derecho, ojo, rompiendo nuestra Constitución, nuestra sufrida convivencia democrática, y el frágil equilibrio entre los propios catalanes.  A un tipo así solamente se le puede desear código penal, nunca convertirle en el ama de llaves de la gobernabilidad de todo un país. En lugar de eso, Sánchez parece haber iniciado un escarmiento al disidente (Nicolás Redondo).
Estamos en la construcción de un relato, a instancias de la propia Yolanda Díaz, sobre el país de países y el derecho a decidir que finalmente concluiría en algún tipo de consulta, todavía hoy muy indeterminada, a cuenta del llamado 'encaje' de Cataluña en España. Nada nuevo bajo el sol, y nada que ya no conozcamos sobradamente por más que se empeñen en mostrárnoslo como novedad. Frente a eso, sigue palpitante, pero aún sin respuesta, la lógica constitucional del carril central.  Si hay una aritmética parlamentaria que favorecería un gobierno de Pedro Sánchez con el auxilio de los independentistas, y con ellos, Puigdemont, hay otra aritmética que pide, que exige y que clama por un entendimiento entre los dos grandes partidos que representan a la inmensa mayoría de la sociedad española.  ¿Acaso no tiene tanta legitimidad la segunda aritmética parlamentaria como la primera? Ah, es que lo que ocurre es que Pedro Sánchez quiere seguir siendo presidente, a cualquier precio, como sea, a todas horas. Bien, entonces hablemos claro sobre las motivaciones reales de cada cual. El centrismo no es una ideología, nadie nace ni se hace centrista, ni creo que sea algo especialmente emocionante, los hay, sí, más templados y más radicales en los planteamientos, pero lo de tener un posicionamiento de centralidad es una actitud y una aptitud necesaria en momentos de convulsión. El carril central es la única forma de evitar las cunetas en un modelo de democracia liberal, sin más, una imperiosa necesidad en momentos como el actual, un renunciar a las ambiciones de cada uno para que la casa pueda seguir siendo habitable para todos.