La misión de Ángel Floro

Ángel Marcos Floro
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Fallecía en Zimbabuea los 83 años monseñor Ángel Floro, obispo emérito de Gokwe

Ángel Floro posa con dos niños de Zimbabue. - Foto: Obispado

El pasado 14 de marzo fallecía en Zimbabue, a los 83 años, monseñor Ángel Floro, obispo emérito de Gokwe. Nació en Ayna el 24 de febrero de 1940. Fue ordenado sacerdote el 28 de junio de 1965. Pertenecía al Instituto Español de Misiones Extranjeras miembro del IEME, Durante su época de obispo (2000-2017) fue por dos períodos elegido presidente de la conferencia episcopal de Zimbabue y secretario de Imbisa (Asamblea de Obispos de la Región del Sur de África). Hombre sencillo, trabajador incansable preocupado por la formación intelectual y cristiana de la gente, gran misionero entre los shonas (1965-2023) fue promotor de innumerables iglesias, escuelas y otras obras, entre ellas la catedral de Gokwe, el santuario diocesano y el complejo educativo de primaria y secundaria San Pablo Apóstol en Gokwe. En este domingo de Pascua le rendimos un pequeño pero muy merecido homenaje.

Hablar de Ángel es hablar de entrega, generosidad, humildad, bondad, sabiduría, prudencia, ejemplaridad y, en definitiva, amor por el pueblo de Dios. Nacido en 1940 en Ayna, con doce años decidió ir al Seminario, surgiendo su vocación misionera con la encíclica de Pío XII Fidei do­num, vinculándose al IEME y siendo ordenado sacerdote en junio de 1965, marchando des­pués a la antigua Rhodesia en un contexto político muy grave.

Ejerció distintas responsabilidades en sus casi 60 años en Zimbabue. En 1999, el papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Gokwe. En esta diócesis, establecieron un seminario para las vocaciones nativas en cual se han formado más de 60 sacerdotes locales diocesanos; el Seminario Nacional cuenta con más de 200 seminaristas. Las misioneras españolas Hijas del Calvario abrieron enseguida sus casas de formación y, en la actualidad, cuentan con aproximadamente 100 religiosas nativas. 

La Diócesis de Gokwe contaba con solo 10 misioneros españoles en 1980, pero hoy en día tiene más de 30 sacerdotes diocesanos locales que colaboran con los capuchinos, también locales, y tres claretianos, entre los que se encuentran dos misioneros españoles. 

Ángel, con la ayuda y generosidad de mucha gente, abrió oportunidades para el crecimiento espiritual, social y económico de las personas. Se sentía en particular muy orgulloso de las escuelas que impulsó en Gokwe junto a Manos Unidas, entre otros. Sin olvidar proyectos agrarios y de regadío. O la Catedral de San Juan, hermanada con la de Albacete o el Santuario Diocesano. Él decía que su idea era quedarse en África, era su ilusión, pues en su vida era «el cielo en la tierra». Sentía una paz, goce y satisfacción enorme, y daba las gracias a Dios por la misión y el pueblo con el que vivía. Le impactó su fe y espíritu religioso, su hospitalidad y generosidad. A Ángel algunos le calificaron como «hombre de Dios en la tierra». Nos apena su marcha y siempre estará en nuestros corazones. Ya está en la Casa del Señor.

Con tristeza agradecida… Damos gracias a Dios por tu vida querido Ángel Floro. Siempre de la mano de la Madre de lo Alto. Desde niño eres monaguillo y cartero de La Sarguilla. Elegido, envia­do, misionero y hasta obispo de Gokwe en Zimbabwe. Siempre «Buena Noticia de Evangelio Vivo». 

Es difícil ser pobre y dar todo, vivir en guerra y transmitir paz, pasar hambre y ser pan…, pero ¡Qué feliz... Dando vida con tu vida! 

Así son los dichosos en el Señor. ¡Gracias buen hermano, Gracias Buen Pastor, gracias buen amigo, gracias servidor! 

Ángel, querido Ángel Floro: corazón bienaventurado y pasión por la misión. Que por tu grano de trigo ayniego, broten muchas y buenas vocaciones, generosas y fieles como tú a esa respuesta gozosa de amor. 

Que tu talante misionero nos recuerde humildad y nos enseñe a querer y cuidar a tantos sacerdotes, también queridos, por estas tierras y caminos de Albacete, servidores como tú, que también nos acercan a Dios. 

Descansa, descansa en paz, Ángel. Pero, como eres incansable, sigue alentando en nosotros la hermosa misión del cielo. 

pilar floro. Fue para nosotras un santo, un ángel, como refleja su nombre. En lenguaje africano para nosotras era un abuelo Serra, con toda la sabiduría que encierra la persona del abuelo. 

El Sekuru Floro deja una huella imborrable en su caminar por Zimbabue. Siempre caminó junto a los pobres, como un pastor con olor a oveja que ya está recostado en las verdes praderas del cielo. 

Su persona ha sido un regalo para nosotras, por eso, toda la provincia de Zimbabue, hoy proclama el salmo «El Señor ha estado grande con nosotras y estamos alegres». Alegres porque sekuru Ángel Floro está ya en los brazos del Padre.