Editorial

Contundencia y unidad en la lucha contra el racismo

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El grave episodio racista del pasado domingo contra Vinicius en el transcurso del choque liguero entre Valencia y Real Madrid ha cobrado una dimensión global al tratarse de uno de los mejores jugadores del momento, perteneciente a un club con alcance planetario. Las reacciones no se hacían esperar. El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, afirmaba, a través de un comunicado, que «no hay lugar para el racismo en el fútbol ni en la sociedad» e instaba a la Liga a aplicar los protocolos con los que cuenta, consciente de que «es más fácil decirlo que hacerlo». En el mismo sentido se manifestaba este lunes el presidente de la Federación Española Luis Rubiales. La cuestión ha traspasado fronteras con las palabras del presidente brasileño Lula que enviaba este lunes un mensaje de condena por los hechos y de apoyo a su compatriota. Mensajes de respaldo al futbolista que se han sucedido desde el mundo del fútbol y también desde el ámbito político.

Pero no todas las reacciones han sido igual de contundentes en torno a un tema que debiera concitar unión. Así, el presidente de LaLiga, Javier Tebas, se defendía de los reproches de Vinicius al organismo pidiéndole que no se dejara «manipular» al tiempo que le reprochaba no haber acudido a las reuniones convocadas para abordar la problemática. El foco, en el lugar equivocado. A su vez, preocupa la tibieza de aquellos que justifican los ataques a Vinicius por el carácter impulsivo del jugador. Una suerte de equidistancia cómplice con el racista que ampara actos reprobables sobre los que sólo cabe censura y medidas contundentes. De momento, el club blanco, en defensa de su jugador, ya ha acudido a la justicia. No queda otra.

El caso de Vinicius, que acumula cerca de una decena de señalamientos racistas en estadios de España esta temporada, no es el primero ni será el último. La actualidad futbolística está salpicada de sucesos de este tipo que encuentran cada vez menos tolerancia dentro del rectángulo de juego. Así, en 2020 un comentario xenófobo del cuarto árbitro a un integrante del Basaksehir turco provocó la suspensión del partido ante el PSG en tierras galas. Ese mismo año, la Fiscalía actuó de oficio ante las agresiones racistas sufridas por Iñaki Williams en el estadio del Español.

Estas agresiones no son patrimonio exclusivo del fútbol español, se dan en otros países y en diverso grado. Los clubes han de asumir que tienen un problema. No cabe mirar para otro lado. Grupos de espectro ideológico extremo han convertido sus gradas en un altavoz para la propagación de mensajes racistas con total impunidad. Existe el riesgo de que el discurso ultra permee en otros sectores menos radicalizados que se expresan amparados por la masa. La concienciación es una vía, pero no suficiente. El combate contra el racismo ha de librarse desde el ámbito policial y con la aplicación de medidas judiciales que castiguen de forma severa a los autores de delitos de odio