La nariz que cambió la lucha contra el párkinson

Guillermo Garrido (EFE)
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Un laboratorio desarrolla un test eficaz al 97 por ciento para detectar esta alteración con el análisis de una simple muestra de piel. Una técnica que tiene su germen en el prodigioso olfato de Joy Milne

La nariz que cambió la lucha contra el párkinson - Foto: Pixabay

Guiados por el prodigioso olfato de Joy Milne, el laboratorio de la profesora Perdita Barran en la Universidad de Mánchester desarrolla el primer test capaz de diagnosticar el silencioso mal de Parkinson antes de que se manifieste físicamente.

«Hemos seguido a la nariz, hemos sido guiados por lo que Joy encontró», afirma Barran. Y es que «la gente con párkinson huele de forma distinta».

A través de la técnica de la espectrometría, que «identifica y cuantifica moléculas», la investigadora Barran y su equipo en Mánchester han concebido una prueba que detecta con «un 97 por ciento de precisión» la enfermedad neurológica en sus fases más tempranas.

Joy Milne, una mujer escocesa de 72 años, tiene hiperosmia (sensibilidad extrema hacia los olores) desde su niñez. «Detecto cómo huele la gente de forma individual», y notó en su difunto marido, Less Milne, «un olor completamente diferente» cuando aún era joven, a sus 30 años, dice en una entrevista en su hogar en la localidad escocesa de Perth. Joy, sanitaria como su marido, lo atribuyó «al sistema cerrado del hospital» y por ello le pedía que se asease mejor después del trabajo, pero el olor, descrito como «almizclado», fue a más.

Según la mujer, enfermera e investigadora asociada, en la fase prodrómica de la enfermedad el olor tiene «altibajos, según los síntomas que aparecen».

El párkinson, relata Milne, «progresa tan despacio dentro de alguien que quizá no es consciente de cómo está cambiando, hasta que los síntomas motores aparecen». Su marido fue diagnosticado pronto, a los 44 años, aunque «para ese momento, ya hay un 50 por ciento de daño neurológico», recuerda.

El párkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más común, tras el alzheimer, según la Fundación Centro de Investigación de Enfermedades Neurológicas, y se estima que unas 10 millones de personas lo padecen en todo el mundo.

Un hallazgo infrecuente

En la actualidad, un sospechoso de padecer párkinson que sea examinado por un especialista neurológico tiene «entre 80 y 85 por ciento de probabilidades» de un diagnóstico correcto, ilustra la profesora Barran. Con el test «seremos precisos en torno al 97 por ciento -afirma-, independientemente de si tienen síntomas motrices o no».

La investigadora reconoce que ha sido «difícil convencer a la gente» de seguir el olor como posible pista indicativa de la enfermedad, pero atribuye a Milne ese avance.

«Ella es la persona que decidió no ignorar ese síntoma (...). Nos empujó hacia donde el olor era más fuerte -por la mitad de la espalda-, a investigar y a encontrar cosas que no hubiéramos encontrado. Tenemos que estar muy agradecidos por ello», explica.

La científica revela que se han iniciado estudios con «individuos con más riesgo de desarrollar párkinson, (...) para intentar identificar la firma molecular», es decir, la estructura de las moléculas que podrían estar asociadas al posible desarrollo de la enfermedad.

Prueba rápida

«Analizamos desde una simple muestra de piel», afirma la profesora Barran, con un frotis (no invasivo) que «la gente puede hacerse por sí misma». Esto «pasa al laboratorio» que recoge el material y, mediante la espectrometría, se averigua «qué moléculas hay» comparándolas con muestra base, explica la investigadora. El objetivo es trasladar estos resultados a laboratorios clínicos que «trabajan bajo condiciones acreditadas» por las autoridades sanitarias reguladoras, expone.

La eficacia y lo práctico del test, así como el beneficio económico para la comunidad sanitaria, serán examinados en el área de Mánchester durante los próximos dos años. Su fin es que la prueba sea diagnóstica «en cuanto el paciente haya presentado alguno de los primeros síntomas del párkinson».

Barran se muestra segura de que se trata de un método práctico y además fácilmente transportable, por lo que «en países pobres, si hubiera un técnico y una máquina» podría usarse fácilmente.

Milne ve «increíble» la evolución en los últimos años para hacer «más tratable» el párkinson gracias a los nuevos medicamentos que van saliendo.

«Es una enfermedad devastadora -agrega Barran-, pero esto es una buena noticia».