Ir a la Feria de Albacete y no cumplir con una serie de tradiciones, bien en una sola jornada, bien a lo largo de sus 11 noches y 10 días, es como no haber estado. El principal pilar que ha logrado mantener en el tiempo ciertas costumbres, sobre todo gastronómicas, son los propios albacetenses, vecinos y vecinas que a lo largo de los años han sabido conservar esos hábitos que ya tenían sus padres y abuelos.
Aquellas personas nacidas en Albacete recuerdan a día de hoy esos redondeles donde se elegía el feriao, mayoritariamente juguetes, pero también material escolar aprovechando el inicio del curso. La tradición consiste en dar la vuelta entera al segundo anillo para elegir el regalo, un presente que antiguamente también se entregaba en forma de garrote. «Mi padre ya vendía horcas y aperos de labranza en la Feria de Albacete», relata Joaquín Martínez, de Bastones Martínez, de Valencia, uno de los puestos más grandes dedicados en exclusiva a estas varas para el apoyo y a la cubertería y menaje de cocina realizada con madera de boj y de olivo. «El garrote tradicional ha dado paso al bastón de lujo y de colección», explica Joaquín Martínez, que asegura que gracias a todos los años que lleva viniendo a los redondeles tiene «una clientela fija» que «todos los años viene a buscarme, porque sabe que mis bastones y la cubertería de boj son de muy buena calidad».
El Recinto Ferial invita a consumir. En los últimos años se ha impuesto el tardeo y con él se ha potenciado la hora de la caña y de la comida, en cuyo menú es raro que falte el chorimorci, un plato muy popular que en algunas cartas aparece como ensalada de colesterol, haciendo así honor al también surrealista humor manchego.
Caseta La Burrica, con vino dulce y barquillo de canela. - Foto: Rubén SerralléY aunque todos los arcos, por uno u otro motivo, tienen a su fiel clientela, los hay que se hacen famosos gracias a la calidad y originalidad de su carta, sin perder la esencia de la ruralidad, y que originan largas colas a la hora de pedir, como es el stand de El Abuelo-El Águila, frente a la Maestranza, donde han pasado del plato al bocadillo ese chorimorci y hasta lo han combinado con patatas al montón, huevo frito y pimientos, lo que ha revolucionado a los amantes del bocata y del bote en Feria.
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Joaquín Martínez, de Bastones Martínez, en su stand de los redondeles. - Foto: Rubén Serrallé
Dos trabajadores de Miguelitos Ruiz se disponen a servir algunos de estos dulces. - Foto: Rubén Serrallé
Ambiente en la zona de la Lonja Vieja. - Foto: Rubén Serrallé
Propietarias y trabajadoras de la tasca El Abuelo-El Águila, con bocatas de 'chorimorci', patatas al montón y huevo frito. - Foto: Rubén Serrallé
Un camarero voluntario de la Aldea Nómada elabora mojitos artesanos. - Foto: Rubén Serrallé
el mejor dulce. Tras la ingesta de mediodía o noche -el orden de los factores no altera el resultado final-, hay que continuar la jornada con los famosos Miguelitos de La Roda y un vaso -o botella, en función del número de comensales- de sidra. El primero en llegar a la Feria de Albacete, concretamente al Círculo Interior, fue Pepe Ruiz, de Miguelitos Ruiz, donde su hijo Miguel gestiona aquellos arcos que su padre abrió en 1983. Tras la marcha de Cafés Paquillo, Miguelitos Ruiz y Quesos Cerrón son los más antiguos del Templete.(MÁS INFORMACIÓN EN EDICIÓN IMPRESA Y EN LA APP DE LA TRIBUNA DE ALBACETE)