Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


'El Galileo'

04/04/2023

Es tiempo de Semana Santa. Aunque, en mi opinión, estos días tienen cada vez mucho más de semana que de santa. Con unos desfiles procesionales por esa vieja piel negra de toro de España, pensando más en el espectáculo que en la profundidad de la fe. Como nazareno de la Semana Santa albacetense y cofrade de Nuestro Padre Jesús Nazareno, ya asistí en la década de los 70 y 80 a algunas críticas sobre cierto desorden de los desfiles y al abuso incontrolado del reparto de caramelos. Con el tiempo y una eficaz gestión de la Junta de Cofradías, la Semana Santa de Albacete fue para arriba y felizmente hoy está declarada, con toda justicia, de interés turístico nacional. El peligro que hoy veo en muchas procesiones de España no solo es la sobredimensión de desfiles, pasos, bandas y nazarenos. Es perseguir más la espectacularidad o el video de Instagram, que el sentido religioso del desfile procesional. Tuve la suerte de ser elegido pregonero de la Semana Santa de Albacete de 2015. Precisamente en ese apasionado pregón focalicé el sentido de estos días sagrados en el acompañamiento íntimo, recogido, en su proceso de pasión, muerte y resurrección, del más grande líder que ha dado la Humanidad, Jesús de Nazaret, El Galileo (como le gusta denominar a mi filósofo de cabecera, Javier Gomá). El listón de ejemplaridad pública, en vida y ante la muerte, de Jesús El Galileo, es insuperable. Nadie lo ha rebasado, aunque sí que es cierto que es catalizador de santidad. Jesús El Galileo no solo es ejemplo; es también, y, sobre todo, esperanza cristiana de que la muerte no es el final. Por eso admiro y venero a ese nazareno, a esa nazarena, que embutidos en su capirote, túnica anudada con cordón, capa y sandalia, se limitan a acompañar en la pasión más injusta de la historia a ese Jesús El Galileo, que se ve solo ante el juicio de Pilatos; a aquel que en el Monte de los Olivos siente miedo, angustia y tristeza; o a ese Jesús que en la cruz interpela a su Padre por qué lo ha abandonado. No juzgo a nadie. Que cada uno viva su fe como quiera. Pero hay un riesgo de que la Semana Santa se convierta en otra cosa.