Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


¡Viva La Mancha!

05/02/2024

El pasado miércoles me acerqué con mi mujer a ese templo mundial del género lírico nacional que es el Teatro de la Zarzuela. Escenario histórico que fue inaugurado en 1856 y en cuyas tablas renovadas, sobre todo por un pavoroso incendio que lo destruyó en 1909, se han estrenado piezas claves de este género, entre ellas El diablo en el poder de Barbieri, obra con la que se inauguró, en 1887, nuestro Teatro Circo. En su cuidada programación, donde no faltan cinco títulos imprescindibles de zarzuela cada año, destaca esta temporada La Rosa del azafrán, con música insuperable del maestro toledano de Ajofrín, Jacinto Guerrero, y con letra vibrante del dúo Romero y Fernando Shaw, versionando libremente el texto de Lope de Vega, El perro del hortelano. Una zarzuela cumbre dentro de este género tan español que sin embargo fue estrenada, en el papel principal con el gran Sagi-Barba, el 14 de marzo de 1930 en el vecino Teatro Calderón, otro de los templos del género musical. Escenario el del Calderón afortunadamente hoy en manos de dos románticos como José María Rivera y Pepe Thovar, que han puesto en la confianza del bueno de Carlos Bofill, el cuidado diario de este maravilloso teatro de la calle Atocha. No cabía un alfiler en el Teatro de la Zarzuela. Mucho pelo blanco, sí, pero esperanza daba ver a personas jóvenes que deben coger el testigo del amor por la zarzuela. Uno recuerda cuando sus padres lo llevaron a ver La Rosa a los insuperables Festivales de España del Parque de Albacete, creo que con Pedro Lavirgen y la gran Josefina Meneses, en los papeles principales. El otro día en la Zarzuela me emocioné como manchego y albacetense al escuchar, especialmente, la romanza Cuando siembro voy cantando, el coro de Las Espigadoras y la serenata Hoy es sábado y no quiero. Canciones que escuchaba tatarear y cantar a mis mayores en Albacete. Cuando sonó la romanza del Sembrador, un puñado de lágrimas cayeron. Me acordé de mi hermano Ignacio, que tuvo en su juventud una voz aplaudida hasta por el musicólogo padre Sopeña. Esa melodía, con la letra ajustada a los tiempos, debería ser ¡ya! el Himno de La Mancha. Al acabar la zarzuela, exaltado y puesto en pie, del alma me salió un «¡Viva la Mancha!».