En plena ola de calor hemos visto desarrollarse una paralela oleada cuajada de bochorno verdaderamente insoportable y que ha creado un ambiente irrespirable en todo el país. Y no ha sido precisamente el factor climatológico el causante de este bochorno, sino el presidente de la Real Federación Española de Fútbol, quien se aferra a su cargo con un notorio empecinamiento a pesar de que en apenas unos días ya ha sumado méritos más que suficientes para ser desalojado de él, habida cuenta de que no ha tenido la dignidad suficiente para dimitir, ni el sentido común de entender que era lo mejor para todos de cuanto podía hacer. Así las cosas, el empecinamiento de Luis Rubiales tiene abochornada a una población española que tendrá que soportar lo que no estaba en los escritos y que hace flipar a los medios de comunicación de medio mundo con la situación de un país protagonizando un episodio surrealista digno del cine del mejor Berlanga. La escena de la madre del propio Rubiales encerrándose en una iglesia de Motril en petición de justicia para su hijo, sería genial prueba de ello.
Una cosa sí ha conseguido Luis Rubiales: que después de ganado el mundial de fútbol femenino nadie hable ya de ello y que la propia carrera de desenfrenos emprendida por tal personaje emborrone más su hoja de servicios hacia el fútbol español, ya desde hace tiempo bastante discutible y polémica. Una cosa sí parece evidente en el personaje, Rubiales no ha entendido nada de este momento y esta sociedad en la que él ha logrado ocupar una privilegiada posición sin darse cuenta que su concepto sobre el feminismo ha quedado ya muy trasnochado y superado por la realidad actual.