Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


El agujero de gusano

14/04/2023

Hace poco supimos de la peripecia de un joven que andaba de fiesta por La Zona y apareció en las inmediaciones de La Pulgosa, confuso y desorientado, a las cinco de la mañana. Comencemos por reconocer que como suceso paranormal deja mucho que desear. Si en lugar de en La Pulgosa, el joven hubiera aparecido en Tasmania, sería Iker Jiménez, y no este humilde columnista, quien se estaría ocupando del asunto. El tiempo tampoco parece haber sufrido distorsiones de importancia. Otra cosa sería que hubiera aparecido en La Pulgosa 50 años antes o 50 años después, y luego hubiera regresado a la ciudad para impedir el matrimonio de sus abuelos, o para asistir de incógnito a su propio funeral. Nada de eso ocurrió, que sepamos. Lo único extraño es que el muchacho no tiene ni idea de cómo se trasladó de un sitio a otro, ni la menor noción de lo que le había ocurrido entre su desaparición y su localización. Lo más razonable es explicar el incidente como la consecuencia del consumo de ciertas sustancias como las benzodiacepinas, de forma voluntaria o inadvertida, pero eso sería quitarle todo el romanticismo a la aventura. Me inclino más bien por una explicación metafísica, como la que da la Iglesia a lo que estuvo haciendo Jesucristo en lapso que medió entre su muerte y resurrección, que fue casi todo el fin de semana. También me seduce una explicación astrofísica, como que este ciudadano dio por casualidad con uno de los agujeros de gusano que el alcalde ha estado usando para trasladarse de una inauguración a otra en un tiempo portentosamente corto. Si se trata de esto último, le ruego al Ayuntamiento que vaya cerrando estos pasillos espacio-temporales, pues no quiero bajar a comprar pan y aparecer en la calle Cervantes en plena inauguración de una zanja.