Cáritas entregó 332 tarjetas-monedero a familias vulnerables

Emma Real
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La prestación se puso en marcha a finales del año anterior y se une a otras como el economato, los bonos de compra o las ayudas directas para personas en riesgo de exclusión o ya en ella

Una usuaria del economato de Cáritas realiza la compra de varios productos. - Foto: Rubén Serrallé

En la organización Cáritas Albacete siempre llevan 'entre manos' múltiples proyectos, pero su día a día pasa también por atender las necesidades de las familias más vulnerables. Para ello, tienen varias vías habilitadas, como las ayudas económicas directas a las familias, las transferencias, los vales de supermercado, el servicio de los economatos o, la más novedosa, y última en incorporarse a este abanico: las tarjetas-monedero.

«No dejan de ser una forma de pago de una ayuda económica a una familia», explica Ana López Iniesta, coordinadora general de Programas de Cáritas Diocesana, pero que se ha incorporado  porque «da más autonomía a las familias», a la hora de decidir dónde gastan ese dinero, y no es necesario que éstas acrediten, por ejemplo mediante recibos, el uso que han dado al dinero, porque Cáritas ya lo recibe directamente, al ser la titular. «Es -detalla López- una tarjeta bancaria, que se usa como tal, y en la que se carga mensualmente una cantidad de dinero en función del número de miembros del núcleo familiar, y de la situación de vulnerabilidad».

Esa información que la ONG recibe del uso de los beneficiarios de la tarjeta-monedero es «muy útil para nosotros, porque podemos dirigir la atención a las necesidades reales que veamos a partir de ese  consumo», y menciona, como algunos indicadores, «que en un momento dado haya un gasto mayor, o más intenso, en medicamentos», en «pañales y productos de cuidados del bebé» o en «material escolar», y que evidencian situaciones puntuales que puede ser necesario atender, como una enfermedad, un nacimiento o el inicio del curso escolar, que implica un mayor gasto para los padres.

Desde 2022. Salvaguardando en cierta medida la intimidad, Cáritas puede reorientar el apoyo, evitando las posibles reticencias de las familias a contar situaciones complicadas para ellos, «porque algunas veces lo que nos verbalizan es que no tienen para comida y lo que vemos del uso que hacen de estas tarjetas es que realmente lo menos caro de las necesidades que tienen son los alimentos».

Cáritas incorporó las tarjetas-monedero «a mitad de 2022, como experiencia piloto» y, como vieron que el resultado era positivo, las han ido implantando poco a poco. «A lo largo de 2023, en toda la provincia hemos entregado 332 tarjetas, que corresponden a 332 familias diferentes, pero que implica un número mayor de beneficiarios directos», concreta la coordinadora general de Programas de la organización. «Unas familias las usan más tiempo y otras menos, en función de sus necesidades», aunque, por el momento, sólo se ha implantado en algunas Cáritas.

«Optamos por tarjetas bancarias, y no tarjetas de supermercado, por varios motivos», comenta López. El primero, es que permite utilizar en cualquier comercio, establecimiento o proveedor de servicios, no sólo es para hacer la compra en una gran superficie. Y, además, persiguen también favorecer el comercio de barrio, el de proximidad, «y que no tengan que cruzar la ciudad para adquirir lo que necesitan, aunque sea un poco más caro al lado de su casa». 

Lo que buscan también, de forma indirecta, es que las personas beneficiarias puedan «normalizar el uso de la tarjeta, y promover la normalización en el consumo de las familias más vulnerables, y comprar cada cosa donde mejor les venga, por calidad, precio o gustos, como hacemos todos, que adquirimos según qué cosas en según qué establecimientos».

Múltiples apoyos. La selección se hace «como cualquier otra de las ayudas que tenemos desde Cáritas». Las prestaciones se otorgan en función de las necesidades, y de la urgencia, de las mismas. «La valoración depende del perfil de las familias o de su capacidad económica», y menciona, por ejemplo, que, para el economato, hay que tener unos ingresos mínimos, porque los usuarios deben hacer frente al 25% del precio de lo que adquieren. «Es mucho más barato, pero hay que pagar una pequeña parte», indica Ana López. 

Este servicio también va dirigido a familias que, «por sus circunstancias, consideramos que es mejor que durante un tiempo compren en un entorno protegido, como es el economato, donde el voluntariado les ayuda a hacer una compra más razonable, porque su situación económica pueda ser de una vulnerabilidad más severa».

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