El Atlético Albacete lleva camino de completar una nueva temporada irrelevante en Tercera División. El equipo blanco se encuentra a ocho puntos de los puestos de playoff y a 15 del líder Guadalajara en 17 jornadas disputadas, lo que supone una continuidad con lo acontecido al menos en el último decenio.

Aunque la función principal de un filial radica en formar jugadores para el primer equipo (lo que probablemente no ha supuesto un gran éxito durante muchos años salvo algún caso contado) o adquirirlos  de canteras ajenas para dar el último paso, la capacidad competitiva es directamente proporcional a la categoría en la que se figura. El encallamiento del Albacete B (ahora Atlético Albacete) en la Tercera División resulta, pues, llamativo.

En el último decenio, la trayectoria del equipo filial ha resultado, en el mejor de los casos, discreta. Tras acabar muy lejos de los respectivos campeones, la última vez en la que el Albacete B tuvo alguna opción, aun dudosa, de ascender de remonta a 2012, cuando el equipo dirigido entonces por José Vicente Ibáñez Jovi, cuarto clasificado, se enfrentó en la primera ronda del playoff al Binissalem balear, al que no pudo superar a doble partido.

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