Javier Ruiz

LA FORTUNA CON SESO

Javier Ruiz


Corpus con lluvia

08/06/2023

El Corpus de Toledo es tan grande que ni la lluvia puede con él. Aunque den previsión de agua, solo llueve en el corazón de los mediocres, de quienes no escuchan, de quienes les da igual ocho que ochenta, lo mismo que salga el sol o se oculte tras las nubes. El Corpus son ochocientos siglos de solemnidad, de un rigor grande, inconmensurable, del que no cabe en los libros y es difícil explicar si no se vive antes. Estos días que la ciudad está bellísima, echo la vista atrás y empiezo a llorar como los abuelos… Es otro tipo de lluvia, de llanto ilustrado, de belleza serena en el plácido cuenco del rostro por el que respiran los hechos… El Corpus de Toledo son reyes de blanco y pueblo en piedra, manantiales que se abren paso en el río de las calles que van al Tajo y el morir… Y, sin embargo, la Solemnidad es la fiesta más absoluta, definitiva y bien planteada de la Iglesia. La ciudad la hizo suya porque supo ver en ella el espejo cóncavo que reflejaba su alma. Hay cosas que no tienen explicación y que ni los antropólogos ni etnógrafos aciertan a dirimir sobre ello… Toledo es una ciudad tan grande que sólo una fiesta como esta podía cubrirla, llenarla y despertarla… Una mañana de Corpus es un poema al reverso de la Historia.
Y, en cambio, hoy puede que el Jueves venga con lluvia, pantanoso, esquivo y de lado… E, igualmente, será bello, refulgente, con ese brillo que sólo a las pupilas de los ojos elegidos es dado… Ojos claros, serenos, si de un dulce mirar sois alabados, por qué si me miráis, miráis airados, escribió Gutierre de Cetina… Huele a romero, tomillo y cantueso y es como si los doblones del alma se desplegaran hacia el último rincón de los sentidos… Quien no ha vivido el Corpus de Toledo le falta aún algo en el corazón… Y lo digo porque lo he comprobado y vivido a lo largo de los años que habité en la noble ciudad… He enseñado esta fiesta a cientos de amigos y no hubo uno solo que no quedara con la boca abierta y pensase en venir de nuevo… Recuerdo, sobre todo, con el corazón abierto, aquellos que vinieron de mi tierra y miraron los cielos de Toledo, que son los toldos, las guirnaldas y los faroles igual que los niños cuando con su vista ascendían hacia la feria y la noria… Es un aspecto bellísimo, de una intensidad arrebatadora, los siglos de los siglos rezando el credo de la piedra callada y las rejas enclaustradas. Eso mismo es Toledo.
Quienes saben de la Historia de España concluyen que Toledo es la ciudad que más se parece a ella, pues fue su capital a lo largo de los siglos. Madrid es villa noble, pero todavía de cinco siglos y ausencia de milenio. Y aquí, sin embargo, transpira la piedra, reverberan las cancelas, se arroban las farolas… El Corpus es la solemnidad definitiva en que la ciudad se reconoce a sí misma y da igual que seas de aquí, hayas nacido o no, que la torre te sobrevuela, los pendones te acechan, el Santísimo te mece, acompaña y te lleva… He aprendido a contar los años por Corpus, lo entiendo y lo aprehendo… Hubo un año definitivo, víspera de Jueves, en que crucé la plaza con el copón blandiendo el cielo y noté que la Historia entera se me juntaba en los hombros, la espalda y las caderas… Bendito Corpus, aunque sea con lluvia y solo pueda salir en las lágrimas de los de Toledo… Es la carrera más bella, inaudita, solo al alcance de aquellos que miran con inteligencia y sabiduría… Es un museo desplegado, lavanda de  primavera que anuncia verano, pange lingua de una oración vieja que aprende el niño en la boca… Aunque llueva por dentro de las piedras, el Corpus refulge con el mismo encanto que las mañanas se desperezan desde la piedra del Rey Moro. Toledo llueve y la Biblia de los corazones se humedece en siglos de caridad y manos de tiempo.