En este país nuestro que lo ha perdido casi todo menos el humor, el todavía presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, es muy probable que pase a la historia como Don Pedro El martingalas. La verdad es que el grandullón se las pinta sólo para meternos misa mayor por novena. Como las últimas elecciones autonómicas y municipales lo han bajado del pedestal donde le habían colocado sus faramallas capaces de marear al más pintado, se ha precipitado a convocar Elecciones Generales a ver si consigue mantenerse en la bicoca, pese a lo poco propicio de llamar a los ciudadanos a las urnas, en pleno verano. Dificilillo lo va a tener, pues lo que echa de menos cada hijo de vecino llegadas estas fechas es remojarse el antifonario en las playas y disfrutar el aire de la montaña.
Algo se huele el infrascrito puesto que anda como buscona por rastrojo, haciéndose ver por las cotas políticas internacionales para intentar asegurarse en cualquier refugio europeo un puesto político de esos que duran más que un traje de pana, ya que el varapalo que ha sufrido su partido en las municipales y autonómicas no le da pie para muchas alegrías, pensando en ampliar su futuro a costa del presupuesto. Sus acólitos han caído como los higos maduros, de tal manera que los únicos que se han salvado con un cupo bien cimentado de dignidad han sido Page en Castilla-La Mancha y Abel Caballero en Vigo.
Dicen que Sánchez se quiere cubrir las espaldas para poder seguir viviendo del presupuesto, si le cogiera el nublo de una muy probable derrota electoral, encajándose con calzador un cargo en la vieja y puñetera Europa. Y es muy posible, dado su fogoso espíritu de servicio a través de cargos bien remunerados. Pero él para más seguridad convoca las elecciones en pleno verano, con sus correspondientes viajes y trafago familiar. ¡Dios mío, que difícil es soltar la teta cuando no se ha hecho jamás otra cosa!