Editorial

España se encamina a la recta final de un proceso flamígero

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España abre hoy una semana de alto voltaje político en la que los focos que estuvieron puestos sobre el candidato a la Presidencia designado por el Rey Felipe VI, Alberto Núñez Feijóo, se intensificarán sobre el aspirante con más posibilidades de sumar los apoyos suficientes en el Parlamento, Pedro Sánchez. Los juegos de prestidigitación política con los que el líder socialista pretendía disimular su voluntad de hacer concesiones inéditas en la historia de España al secesionismo catalán, personificado en la figura de un prófugo de la Justicia como Carles Puigdemont, quedaron reducidos al ridículo cuando el huido mandamás de Junts ofició una rueda de prensa en la que expuso sus condiciones, que no fueron solo dos. Porque a la exigencia de una ley de amnistía hecha a medida para él y sus adláteres y el añadido de un referéndum de autodeterminación, Puigdemont sumó la incorporación de mediadores (al más puro estilo Sudáfrica, Irlanda u Oriente Medio) y el 'derecho' a la «unilateralidad». Es decir, a hacer lo que le venga en gana sin que la Justicia española actúe contra los delincuentes.

Ante unas condiciones tan delirantes, y mientras la vicepresidenta segunda en funciones, Yolanda Díaz, se pasea y se saluda efusivamente con los fugados, Sánchez, señalado por todos los dedos posibles, sigue tratando de centrar el mensaje en el anunciado fracaso de la investidura de Feijóo, que ganó con rotundidad las elecciones generales. Pretende así justificar lo injustificable, decirle a los españoles que la otra alternativa falló y que solo queda él. Eso sí, con todos sus socios subidos a la espalda de la Constitución, la división de poderes y la igualdad entre españoles.

Los populares también tienen una estrategia: abrir todas las vías posibles para que quienes se van a negar a la investidura de Feijóo, empezando por el propio PSOE, en el que hay una distancia sideral entre los dirigentes históricos y el actual secretario general, y terminando por fuerzas nacionalistas como el PNV, a las que sus votantes están mirando con lupa mientras Otegui celebra resultado tras resultado el crecimiento de EH Bildu y su poder en el Parlamento nacional, se retraten. Nadie va a salir ileso de esta investidura, eso es un hecho, así que a todos les corresponde medir los daños. Cabría desear que los partidos estuvieran pensando en el bien del país -cualquiera que sea su concepción del mismo- y de los ciudadanos, pero es una aspiración párvula. Puestos a ser pragmáticos, en el PP tienen claro que no será Feijóo quien salga destruido de la investidura de Sánchez. Quizás, tampoco el presidenciable socialista, pero sí su Partido, que cargará para siempre con el peso de un capítulo ominoso para España.