Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


La cultura y el misterio

05/04/2023

Antes, cuando llegaba la Semana Santa, nadie se plateaba irse a la playa, ni hacer un gran viaje. Eso quedaba para el verano, los que podían permitírselo. El bullicio semanasantero tenía exclusivamente relación con las celebraciones religiosas, los oficios del Jueves y el Viernes Santo, las procesiones, las cofradías, y al hilo de todo eso, o con esa excusa, se montaban los días de asueto primaveral que aprovechaba todo quisqui, creyente o no. Todo eso sigue teniendo una gran presencia en nuestro país, hasta el punto de que es uno de los grandes reclamos turísticos que ofrecemos, pero hoy es compatible con otro tipo de planes aunque a veces son planes que se excluyen: o playa o procesión. Otros muchos cumplen con su cofradía y luego se hacen algún viaje de mayor o menor intensidad. La vida de ahora es más compleja y poliédrica que antes, y ese 'antes' es la referencia a un tiempo no muy lejano que, sin embargo, lo parece mucho más por la aceleración del momento que estamos viviendo en el que en menos de medio siglo todo ha cambiado con estrepito.
Ese 'antes' en el que la Semana Santa española se sustanciaba en una procesión, un Vía Crucis, un sermón, un cirio ardiendo, una Vigilia Pascual y quizá una corrida de toros el Domingo de Resurrección parece ya un pasado remotísimo, por más que estos acontecimientos sigan teniendo un gran protagonismo en nuestra vida social y cultural semanasantera, pero ya no  es lo único en estos días primaverales y además hay un porcentaje de españoles a los que ni les dicen nada ni se sienten identificados con ellos. Es una especie de sustrato de lo español que va quedando ahí, con su ritmo y con su intensidad, conservado con mimo por los que lo sienten como una muestra valiosa de una cultura muy ligada a la tradición católica y a los toros también, por cierto, aunque la llamada Fiesta Nacional tenga poco que ver con el catolicismo y hasta algún Papa hubo que los intentó prohibir por ser una muestra palmaria de paganismo.
En realidad, un cierto toque de paganismo está presente en toda nuestra tradición religiosa, por más católica que queramos que sea, o precisamente por eso, y los desfiles de imágenes  con nuestros Cristos y Vírgenes paseando por nuestras calles tienen más que ver con todo aquello que nos conecta con la Antigüedad clásica  que con el misterio relacionado con la vida y muerte de Jesucristo. Es cultura y es belleza extraída a partir de la dramatización de un hecho doloroso puesto en su mayor grado de intensidad en el Barroco, es eso sin más, y no es poco, y cada uno por lo general medita el misterio de la religión cristiana, -si lo hace-,  como Dios le inspira aunque la Iglesia ponga sus normas, marque las pautas y tienda sus caminos que a veces llevan más a Roma que a Jerusalén, el lugar donde tuvieron lugar los acontecimientos que recordamos estos  días. 
La vida y muerte de Jesús de Nazaret se nos muestra con gran nitidez igualmente en las películas que todos recordamos como los grandes clásicos para estos días, pero la vida y muerte de Jesús no deja de ser misteriosa por más que nos la hayan contado en Hollywood. ¡Y no digamos el misterio de la Resurrección con la que cerramos el ciclo!. El gran misterio culminante del cristianismo que a menudo nos oculta o no nos deja ver todo el emperifollamiento semanasantero con sus procesiones, sus tambores, sus cornetas y sus miles de cofradías. Con todo, hay algunas procesiones que optan por el silencio, sobre todo en Castilla, quizá un método  más acertado para conseguir algún tipo de acercamiento a ese misterio.  Por ejemplo, quien no ha visto, teniendo alguna relación con Toledo, el sobrecogedor Vía Crucis que sale de San Juan de los Reyes y recorre las calles del Casco en paradas nocturnas de meditación y solamente con un crucificado desnudo y simple, el Cristo de la Buena Muerte, acompañado por unos cofrades vestidos de sayal franciscano. Es una de esas procesiones en las que el misterio y la cultura se dan la mano gracias a una tradición secular, o al menos no aparecen, -la cultura y el misterio-, como registros disociados por el bullicio y los siglos en los que la Semana Santa fue transmutando en un bello pasacalles de barroquismo magistral alimentado, eso sí, por algo acontecido hace más de dos mil años y de lo que sabemos muy poco. Un gran misterio al que, por lo demás, no le prestamos una gran atención tan distraídos como estamos entre la cultura y la playa.