«Que las piezas encajen». Pedro Sánchez, a su retorno de Roma, comentó con los periodistas en charla distendida en el avión, el objetivo prioritario de su estrategia de cara a las generales. El desbarajuste que ahora se vive en ese 'espacio' que le dicen a la izquierda del PSOE, no puede continuar. Ha que poner orden y hay que tratar de reagrupar unas filas que ofrecen un espectáculo desolador. No basta con insistir en que lo que más penaliza a una fuerza política en las urnas son las tensiones internas. El votante rechaza la gresca porque adivina, tras estos codazos y peleas, una mera ambición de poder. De acaparar puestos en las listas. De pilar sillón.
La operación Sumar, con la que el presidente del Gobierno pretende relegar a Podemos en el podium de la izquierda, atraviesa momentos de turbulencias e incertidumbre. Yolanda Díaz quiere mandar y Pablo Iglesias, también. La presentación en sociedad del invento de la vicepresidenta y ministra de Trabajo en el Magariños ofreció la más fiel imagen del cisma. El equipo de Yolanda en una banda y el morado, desaparecido. Luego siguieron las frases altas, los reproches, los ataques. 
Con este panorama resulta imposible pensar en una victoria en las urnas de diciembre. Si la izquierda se presenta dividida en tres grupos, tiene la batalla perdida. Le pasaba al PP cuando existía Ciudadanos. Sánchez lo teme, de ahí que envíe mensajes muy claros a Iglesias para que abandone su actitud y se preste a una negociación en la que, evidentemente, tendrá que renunciar a muchas de sus actuales exigencias. En especial, la de la celebración de primarias para definir la estructura interna de la coalición resultante. Resulta difícil pensar que Sánchez vaya a permitir que las cosas sigan así hasta la cita electoral. El maestro de la supervivencia encontrará la forma de sumar a Iglesias al montaje de Yolanda. De no ser así, ya puede darse por derrotado. Feijóo lo sabe. Y lo está disfrutando.