Antonio García

Antonio García


Kafkiano

13/05/2024

El centenario de la muerte de Kafka ha servido para recordar que el autor checo, además de ocupar un lugar cimero en la literatura, lo ocupa también en los diccionarios. Es uno de los pocos escritores, junto con Dante, cuyo nombre por vía de derivación se ha hecho insoslayable en ciertas descripciones. «Una situación kafkiana» o «un espectáculo dantesco» son expresiones comprensibles incluso para el lego que no conoce a esos autores. Hablo de adjetivos que se adhieren como una lapa al precedente o subsiguiente sustantivo, de manera que la mención del nombre arrastra indefectiblemente a su calificativo, fosilizándose en una fórmula fija que adquiere la condición de tópico comodón. El ejemplo más ilustre de esta prosapia sería «un marco incomparable», pero podrían añadirse otros como «error imperdonable», «marcaje implacable (o férreo)», «análisis riguroso», «merecidas vacaciones», «crítica demoledora (o acerada)», e invito al lector a que siga la lista hasta completar el centenar. Como tales tópicos, delatan si no la incompetencia del usuario sí su apoltronamiento, mucho menos disculpable cuando es un escritor el que los perpetra. Sería quizá recomendable habilitar una herramienta que detectara estas incursiones en lo predecible, igual que la hay para corregir errores ortográficos. Así saltarían las alarmas cada vez que escribimos, por ejemplo, «una relación tóxica» y se nos obligaría a buscar alternativas menos trilladas. Lo que vale también para cualquier otro tópico o frase hecha, no solamente descriptiva. El riesgo de esa hipotética herramienta es que nos devolviera un texto ilegible, enfermo de subrayados en rojo, como abochornado de lo que hemos puesto ahí. Así que a lo mejor no es tan buena idea.

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