Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


La corte manchega

19/03/2024

Hacía tiempo que quería volver a pisar el pueblo conquense de recio abolengo que es San Clemente, capital que fue de la llamada Mancha Alta y de la Mancha de Montearagón. La única vez que había estado era para saludar al entonces su notario, Pepe San Román, quien luego lo sería de Albacete capital, con un peón de lujo a su lado como Pepe Gómez. Mi abuelo materno, Manuel Perona, nació en la cercana Santa María del Campo Rus, allá donde fue a morir Jorge Manrique y dicen que escribió su copla final a la muerte de su padre. No lo dudé y tomé camino hacia San Clemente en el desvío de la A-43, a la altura de Casa de los Pinos. Pueblo coqueto éste que atravesé, recordando a Amelia Buedo, natural de este pequeñito pueblo conquense y una de las mejores abogadas de Albacete. Tras una recta llena de viñedos, y recorriendo unos escasos kilómetros de distancia, alcancé San Clemente. Y en su bellísima plaza mayor aparqué. Nada más bajarme del coche, admiré su ayuntamiento, joya arquitectónica del renacimiento español. Algunos atribuyen su traza a nuestro Andrés de Vandelvira. Tras un amable café en la contigua La posada del reloj, entré en esa joya que es la Iglesia de Santiago. En su sorprendente arquitectura, en el tránsito del Gótico final al Renacimiento, trabajó nuestra gloria Vandelvira. Luego atravesé su calle principal llena de comercios. Tras descubrir conventos, monasterios, alcancé la señorial calle del Marqués. Allí se levanta la Torre Vieja que servía de vigía para el Marquesado de Villena . Y enfrente de la torre, nos topamos con el magnífico palacio del marqués que da nombre a la calle, que no es otro que el de Valdeguerrero. No quise irme sin visitar su impresionante plaza de toros. También su antiguo pósito, hoy sede del juzgado de este bello pueblo fundado por Clemén Pérez de Rus. Sí, Rus por su río y por su Virgen. San Clemente se convirtió en la pequeña corte manchega. Su rivalidad con Albacete fue manifiesta, pero nos ganaba por la diversidad de oficios y actividades frente a un Albacete, entonces villa de labradores y alpargateros. Hoy todo es distinto y Albacete es el Nueva York de la Mancha (que no lo dijo Azorín), al que se acercan los sanclementinos.