Antonio García

Antonio García


Videoclub

05/06/2023

Ha cambiado radicalmente nuestra forma de ver cine. Ya no vamos a las salas pero vemos más películas que nunca. Jaume Ripoll forjó su cinefilia viendo los VHS del videoclub de su padre y años después creó un monstruoso videoclub digital que ahorraba mucho espacio. Filmin es la nueva cueva Ali Baba, una laberíntica videoteca de Alejandría, un paraíso cinéfilo. Ofrece todo lo que el sibarita del séptimo arte puede demandar, clásicos, rarezas, producción reciente, pero dicho peaje se realiza a costa de sumirlo en un descorazonador estado de ansiedad. La plataforma alberga más de 10.000 películas. Siendo optimistas, habremos visto la mitad de ellas; para ver las restantes, a razón de una diaria, necesitaríamos 14 años de nuestra vida, sin contar con que esas películas se renuevan, y sin contar también con que dentro de 14 quizá ya no estemos para verlas. A eso me refería con lo de ansiedad. Al llegar a viejo, se empieza a ser consciente de que el arte es largo y la vida breve. Nuestra melancólica intuición se aplicaba primero a los libros que sabíamos que no íbamos a tener tiempo para leer, y ahora se desplaza a las películas, aportando angustia a la melancolía. Porque las películas están ahí, a un solo golpe de clic, y ver una nos arrastra a ver otra con la que no contábamos, y así en una secuencia de vértigo infinito. Miramos nuestra colección de cintas y dvd, ya cerrada, y la enfrentamos a la inagotable virtualidad de internet. Esa abundancia ilimitada nos enfrenta a nuestra propia caducidad. ¿De qué sirve tenerlo todo al alcance de la mano si no podemos disfrutarlo? No sé bien si Ripoll, y otros como él, merecen reconocimiento o condena.

ARCHIVADO EN: Cine, Antonio García, Arte, Libros