Te elijo a ti, que me miras, sonríes y provocas mi sonrisa. A ti, que me has visto rota, desmaquillada y despeinada y aún así me has hecho sentir la mujer más bella del planeta. A ti te elijo por saber encontrarme cada vez que me he perdido. Te elijo solo a ti, que me conoces mejor que yo misma, que me cedes el paso en el camino de la vida, que velas mis sueños y me cuidas, como se cuida aquello que de verdad importa, con los cinco sentidos. Siempre he pensado que sentirse cuidada es una de las sensaciones más maravillosas que se pueden experimentar.
Te elijo a ti, una y mil veces, porque me sigue impresionando tu calidad humana, tus valores, tu capacidad de simplificar las pirámides, por allanarme el camino, por tus «síes» a mis propuestas, por tus «adelante» a mis apuestas, por tus «por supuesto» a mis «¿me acompañas?», por todo esto te elijo. 
Y te elijo por estar, siempre, a mi lado, conmigo, pese a todo, pendiente de que mis días tengan luz y mis noches paz. Te elijo cada día. Te elijo porque me siento orgullosa de ti, porque creo en ti y sé sobradamente que lo quiero todo contigo.
Te elijo porque quiero y porque te quiero.
Y si el viento sopla de frente e impide que avancemos, te seguiré eligiendo. Amainará. Y si nos alejamos y mantenemos conversaciones vacías, te seguiré eligiendo. Volveremos a dotarla de contenido. Y si tropezamos y caemos, te seguiré eligiendo porque lo haremos juntos y juntos nos levantaremos.  
Eres y siempre serás mi mejor elección. La elección de mi vida.