Durante estos últimos 45 no he entendido el nuestros y los suyos, en función de uno u otro partido o una u otra ideología. He entendido el ser de los nuestros a todos aquellos que compartíamos estar unidos en el proyecto de convivencia, democracia, libertad e igualdad de todos como ciudadanos de una misma nación sometidos y amparados por sus leyes, su Estado de Derecho, nuestra Constitución.
Solo entendí fuera de ello a los terroristas, a sus cómplices y apologistas y a quienes intentaron un golpe separatista.
Ahora todo el edificio está a punto de ser dinamitado y volar en pedazos. Ya está, de hecho, bastante perjudicado, pero estamos a punto y a un paso de traspasar el límite definitivo. Se está, es evidente, preparando todo para la voladura final, diciéndonos, claro, que no lo harán y que lo que están haciendo no es a lo estamos asistiendo, que eso son imaginaciones nuestras, que ellos no harán jamás tal cosa. Que somos unos miserables y, por supuesto, unos fachas por pensarlo siquiera. Que todo, su encame con Bildu y su palangana y genuflexión con Puigdemont son alucinaciones y que nada de esto va a su suceder. Lo que ya es por reiteradas experiencias el más claro síntoma de que es lo que exactamente van a hacer.
El paso siguiente. También están en ello, es lavarnos el cerebro y la más mínima y reciente memoria y raciocinio con el mantra, que nos inundará, de que en todo caso eso no vulnera nada, que no es inconstitucional.
Que entreguen nuestra soberanía, esa que reside en el conjunto del pueblo español, y sin consultarnos, claro, troceada y envuelta en celofán a los secesionistas dirán que entra dentro de nuestra Constitución que eso lo va a dictar, lo tiene dictado ya, Conde Pumpido, el de la toga no polvorienta sino arrastrada por un cenagal, y sus acólitos. Y ya está, a callar, a tragar que todo es legal. Que violen el principio de igualdad de todos los ciudadanos y nos conviertan a quienes ellos decidan en subciudadanos será igualmente bendecido. Porque ese sanedrín, esos organismos están absolutamente bajo control. Y hacen y opinan lo que el caudillo les dicta. Punto final.
Y este, personalmente es ya mi límite. Cuando todo lo consumen, y temo a tenor de lo que veo y escucho, que lo consumarán, yo ya no consideraré ni podré considerar a todos quienes por acción u omisión contribuyan a perpetrar o permitir tal traición y tal robo a nuestros derechos que tanto costó conseguir, como de los nuestros. Los consideraré lo que son. Los autores de un golpe de Estado, todo lo encubierto que quieran, pero un Golpe contra la integridad de nuestra Nación, nuestra democracia y nuestros derechos constitucionales.
No sé quiénes y cuántos quedaremos para defenderla, no sé si tendré que asistir en los años venideros a su definitivo colapso. Pero ahí estaré, donde siempre he estado, desde que tuve uso de razón política siendo poco más que un chaval. Ellos son quienes han dejado de estar y de ser.