José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Atomizadores

22/11/2023

No hay grifo que no lleve su atomizador. De los grifos de antes, al abrirlos, manaba el agua sin artificio, con la belleza espontánea de una fuente; de los de ahora, el agua sale inflada de aire, lo que le aporta un color blanquecino, sin transparencia. Dicen que los atomizadores son necesarios porque ahorran agua y retienen impurezas; será así, pero si a alguien, en un ataque de sed, le da por colocar el morro bajo uno de estos grifos, el buche se le irá llenando de aire mientras bebe la cantidad que necesita.
A principios de año coordiné una lectura guiada y comentada del Quijote. Fue por videollamada con personas de España e Hispanoamérica. A pesar de que antes de comenzar me confesaron que no sabían si iban a ser capaces de terminar la lectura, conforme fueron leyendo los capítulos descubrieron el más asombroso universo literario escrito en lengua española. El reparo inicial ante un libro voluminoso escrito hace cuatro siglos se tornó en admiración, respeto y modelo literario para todos. A petición suya, la semana pasada comencé, con las mismas personas, una lectura de La Regenta; basta con leer los dos primeros párrafos de la novela para comprobar que ya no hay escritores que apenas se acercan a una técnica narrativa y descriptiva tan pulcra. Los escritores en mayúscula, la excelencia literaria, los grandes maestros ya murieron, ya no existen, ya no los hay; aquellos maestros -Cervantes, Clarín, Machado, Lorca…- no lograron ningún premio literario porque ni los perseguían ni los codiciaban como un hidrópico ansía beberse un vaso de agua. Sencillamente no los necesitaban.
Muchos de los de ahora son pianolas de circo y avenida, muñecos de cachiporra que entretienen al vulgo unos minutos y que pronto y por fortuna son olvidados, sin dejar semilla. Escritores de escasa altura, escritores atomizadores, que inflan las oquedades de su vanidad con el aire débil de páginas insustanciales, a veces sucias de descuidos gramaticales, y que miden su talla con su lista de premios literarios, algunos de dudosa reputación. Plumillas defectuosas y atascadas de tinta seca, deformadas y engañadas en los espejos cóncavos de las empresas editoriales que hacen caja con esta patulea repulgada y vanidosa.

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